De tapas por Cartagena de Indias con García Márquez

Los libros de Gabriel García Márquez siempre me estimularon el apetito. Y la curiosidad. ¿Cómo no sentir deseos con párrafos como éste?: “Bajo los almendros polvorientos (...) se ponían ventas de masato, bollos, morcillas, chicharrones, empanadas, butifarras, caribañolas, pandeyuca, almojábanas, buñuelos, arepuelas, hojaldres, longanizas, mondongos, cocadas, guarapo, entre todo género de menudencias…” Deseos de estar bajo ese almendro, deseos de probar esos alimentos exóticos, de tocar y palpar esos manjares que a este lado del Atlántico se nos barruntaban extraños y mágicos.
Y resulta que no soy el único. A María Gutiérrez de Piñeres, una colombiana enamorada de la obra de Gabo, también le parecía que los menús y las recetas de los libros de Gabo eran no solo un elemento literario, sino también un gran recurso turístico. Por eso montóFoodies, una empresa de rutas turísticas con la que ofrece "Elmenú gastronómico de García Márquez", un paseo peatonal guiado por Cartagena de Indias (Colombia) siguiendo las referencias gastronómicas que aparecen en los libros de Gabo.

La ruta empieza -no podía ser de otra manera- en la Torre del Relojde la plaza de los Coches, donde está la librería más antigua de Colombia, leyendo en voz alta la descripción que haceGaboen “Vivir para contarla”de cuando llegó por primera vez a Cartagena:
“Habíamos llegado a la gran puerta del Reloj. Durante cien años hubo allí un puente levadizo que comunicaba la ciudad antigua con el arrabal de Getsemaní (…) me bastó con dar un paso dentro de la muralla para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer”.
Boletín
La segunda parada tiene como escenario el Portal de los Dulces, al otro lado de la plaza, donde Mercedes, una mulata risueña y de formas generosas, ofrece las mismas conservitas de leche, caballitos de papaya y panderitos de yuca que compraba Fermina Adaza en estos soportales, bajo los que se desenamoró para siempre de Florentino Ariza en “El amor en los tiempos del cólera”.
De allí a la plaza de San Pedro -muy cerca de donde estuvo la redacción del Universal en la que Gabo escribió sus primeras crónicas periodísticas- para que Ángela, un negra palenquera, una de esas "negras felices de los trapos de colores” dé a probar a los paseantes piña, frutas tropicales y otros regalos que África hizo a la cocina del Caribe.
Y así, hasta un total de 10 paradas en las que esta ruta por el menú literario garciamarquiano va descubriendo a sus usuarios esa otra Cartagena, la de las gentes que venden comida en esquinas anónimas, materiales tangibles con los que Gabo armaba sus andamiajes literarios y que siguen siendo tan reales y tan mágicos como cuando él vivía en esta vieja y colonial Cartagena.
Personajes como Junior, que vende en una esquina de la plaza de Bolívar la misma limonada que se hacía preparar cada tarde Juvenal Urbino. O como Piedad, que lleva 31 años sirviendo en un esquinazo de la calle Román bollos de coco, de mazorca o limpios, como los del convite de cumpleaños de “Los funerales de la mama Grande”, con cuyos beneficios ha sacado adelante a cuatro hijos y 18 nietos.
O los patacones cartageneros con queso costeño que comían los capitanes de río de la Compañía Fluvial del Caribe y que aún hoy guisan con la misma receta y amor en la pastelería Sierva María, en la calle Carretas. O las caribañolas que la señora Dora lleva ofreciendo desde hace 50 años en su quiosquito ambulante envuelto en una nube de fritangas de la plaza de San Diego. Igualitos que los que le prepararon a Santiago Bazán en “Crónica de una muerte anunciada” y que él nunca llegó a probar.
La ruta acaba con una cena en el restaurante del hotel Casa Quero con tres platos que aparecen en otros tantos títulos de Gabo: la boronía que sirvió Fernanda Barriga a Simón Bolívar en “El general en su laberinto”; el arroz con camarones que prepara Lázara en “Buen viaje, señor presidente” y de postre, los piononos que Fernanda Ariza solía pedir en el Portal de los Dulces.
Puro realismo mágico y gastronómico. El auténtico patrimonio inmaterial de esta bella ciudad colonial, que sigue friendo caribañolas y refrescando limonada igual que hace 60 años, cuando un joven mamador de gallo al que llamaban Gabito soñaba con ser escritor mientras buscaba noticias por sus calles desgastadas.
Datos prácticos
La ruta "El menú literario de García Márquez" se organiza bajo demanda en Cartagena de Indias (Colombia) y cuesta 125 dólares. Empieza a las 16:00 y dura cuatro horas. Incluye todas las comidas y bebidas de cada una de las paradas.
Información y reservas en www.foodies.com.co