El silencio más sonoro
El atentado de París ha sido obra de personas militarmente entrenadas que, por el armamento utilizado, podrían pertenecer a algún tipo de grupo yihadista. No se sabe si por casualidad o por conocimiento, el ataque se produjo un miércoles, día del consejo de redacción en la sede de Charlie Hebdo.Ahora bien, para conocer el origen de todo este revuelo, debemos remontarnos al año 2006, cuando la revista publicó una caricatura de Mahoma que provocó ciertos enfados en muchos países musulmanes.
Este ataque cruza las fronteras francesas y se hace oír por todo el mundo. Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo, rabia, consternación y preocupación bajo la etiqueta #JeSuisCharlie. En Francia se viven días de luto nacional, las banderas ondean a media asta en recuerdo a los caídos.
Vivimos en un mundo en el que periodistas son decapitados por plasmar en el periódico lo que realmente piensan, y sufren abusos y secuestros diarios. El objetivo es atemorizar a toda una sociedad que cada vez cede menos al terror.— Hugo Baget Pascual. Barcelona.
Respecto a la horrible matanza de París debo decir que no estoy de acuerdo con las etiquetas con que habitualmente se adorna a los verdugos. El que dispara un arma con la intención de matar es un asesino. Y punto. No importa que afirme defender (y en realidad ensucie) una causa, o que intente justificar sus vilezas con cualquier motivo. Nada excusa sus actos perversos ni su intención de causar el máximo daño a otro. En ocasiones como esta, tampoco hay que olvidar a quienes fabrican y distribuyen las armas que permiten a unos pocos (a veces uno solo) matar a muchos. Ellos son responsables y cómplices de cada crimen cometido con esas armas. También ellos tratan de justificar lo injustificable, y en días como hoy miran para otro lado. Hoy nos duele París, pero son muchos los lugares, las armas y los asesinos que seguirán existiendo mientras aceptemos los discursos intolerantes y extremistas, mientras demos publicidad a los actos más abyectos y mientras aceptemos con normalidad la constante fabricación de armas capaces de matar a muchos en un instante.— Pablo González Caballero. Madrid.
Son constantes las noticias que nos alarman y provocan una sensación de vulnerabilidad en nuestra sociedad, que creemos erróneamente invulnerable.
Que el terrorismo islámico está actuando en muchos países de la Unión Europea es ya evidente. Hoy nos alarman los sucesos en los que se acumulan víctimas inocentes en manos de crueles radicales que creemos desorganizados y de moral caótica y laxa. Pues estamos equivocados, pues mientras Europa intenta blindar las garantías jurídicas de sus ciudadanos, estos radicales usan este complejo sistema garantista para establecer unas muy sofisticadas redes de expansión de sus ideologías fundamentalistas y violentas. Se escudan injustamente en una religión que, en Occidente, pocos miran ya sin recelo, provocando así el más que lógico odio hacia todo el que profese una religión que ha sido interpretada de la peor forma posible.
Nuestras fronteras se llenan de refugiados sirios e iraquíes que huyen despavoridos de estos violentos fundamentalistas. En la Unión Europea, cada vez más nacionales se alistan a combatir junto a ellos y parece que nada ni nadie pueden parar este movimiento que en breve va a suponer un auténtico problema de seguridad nacional en los Estados miembros. Ayer fueron España y Reino Unido, hoy Francia ya sufre las consecuencias de esta patología. Es hora de establecer políticas de lucha contra esta amenaza real.— Pablo Cambronero Piqueras. Villagarcía del Llano, Cuenca.
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