Epílogo para la Cumbre del Clima
Esta entrada ha sido escrita porAnna Pérez Catalá(@AnnaPerezCatala), que participó como observadora en la Cumbre del Clima de Lima.
Son las 2:30 de la madrugada de domingo 14 de diciembre. La COP20 se ha alargado dos días y, de repente, Javier Pulgar Vidal, presidente de la conferencia, hablando en español al plenario, aprueba el ‘Lima Call for Climate Action’, el documento final.
Claudia Salerno, representante de Venezuela en esta Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, compara el liderazgo del presidente con la luz del sol a través de las nubes. Fuera del plenario, pero, llueve, cosa muy inusual para Lima, conocida por ser una ciudad sin lluvia. Metáfora muy ilustrativa de la decisión final.
Llueve sobre mojado
No se entienden las negociaciones climáticas sin hablar de geopolítica, intereses económicos, ni sobretodo de la división entre el Norte y el Sur global. En el artículo anterior para este blog explicaba las diferentes cosas que deberían incluirse en el texto del acuerdo final para que este fuera justo yambicioso. Pues bien, no mucho se incluyó, y el acuerdo de Lima deja muchos temas pendientes para la COP21 del año que viene en París.
Para empezar, una de los ítems mas importantes de esta discusión son los llamados INDCs (Intended Nationally Determined Contributions), que son las contribuciones de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que cada país debe hacer. Su rol ha quedado muy aguado ya que no concreta quién debe presentar estas contribuciones, ni hay obligación legal de hacerlo, y tampoco se especifica qué deben incluir: si sólo mitigación, o también adaptación y financiación. En cierta forma, los países pueden presentar (o no) la contribución como buenamente quieran. Tampoco hay se menciona cada cuando deben entregarse ¿diez años? ¿cinco años? Cosa que sería muy importante para fomentar mayor ambición y no retrasar la acción.
Según el texto aprobado, cuando estas contribuciones se presenten, no serán revisadas, sino que se hará un documento de síntesis de todas ellas que no podrá hacer recomendaciones, simplemente hará un análisis del impacto agregado que estas puedan tener en el clima. Una forma de ver si la ambición es suficiente, pero no para promocionarla.
Las únicas razones por las que los países en desarrollo pueden estar contentos con el acuerdo, es la inclusión del mecanismo de Loss and Damage (perdidas y daños), que pretende compensar a los países mas vulnerables a los efectos no mitigados del cambio climático, como los eventos meteorológicos extremos, aunque su posición es muy floja y no queda claro cómo esto se incluirá en el acuerdo global en 2015.
También se ha incluido un párrafo dedicado a las ‘responsabilidades comunes pero diferenciadas’, que explica cómo todos somos en parte responsables del cambio climático, pero son los países desarrollados los que deben empezar a mitigar sus efectos, cosa que no se encontraba en borradores anteriores y los países del Sur reclamaban.
Y eso nos lleva a una de las partes mas controversiales de la COP20: la financiación. El acuerdo ha cerrado sin una hoja de ruta clara de cómo los países desarrollados deberían ayudar a los países en desarrollo a mitigar y adaptarse al cambio climático. El Fondo Verde para el Clima ha conseguido sus 10 mil millones de dólares para este año, pero no queda especifica cómo se va a llegar a la meta acordada de 100 mil millones para 2020.
Ellos no están a la altura
Lo único que demuestra esta COP20 es que los gobiernos no están a la altura, y que hay una desconexión entre gobierno, ciencia y sociedad civil. Después de un 2014 con manifestaciones en contra del cambio climático, un nuevo informe del Panel Internacional de Cambio Climático, y la creciente creencia que necesitamos crear un modelo de sociedad que no se base en las energías fósiles, es difícil entender por qué no son más ambiciosos los que nos representan.
Y nos remitimos siempre a lo mismo: a los intereses económicos, la influencia de las grandes corporaciones, ya a la inacción del Norte desarrollado que no quiere perder sus privilegios, a costa de la contaminación y la vulnerabilidad del Sur global. Nuevos acuerdos, viejos cuentos.
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