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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Uniformemente aceleradas

El deporte femenino español lidera las competiciones europeas y mundiales partiendo de una situación de desventaja

SOLEDAD CALÉS

A nadie le extraña hoy el progreso del deporte masculino español, después de series continuas de triunfos en fútbol, baloncesto, balonmano y tenis (Rafael Nadal, pero no sólo). La novedad es el irresistible ascenso del deporte femenino. Mireia Belmonte consigue récords mundiales de natación (piscina corta), Carolina Marín es campeona mundial de badminton y Carlota Ciganda es una figura eminente en los circuitos femeninos de golf. Deportes minoritarios, se dirá. Pero la progresión más espectacular hay que buscarla en los deportes de asociación. La selección femenina de balonmano fue tercera en los Juegos Olímpicos de 2012, tercera en el Campeonato del Mundo de 2011 y segunda en los Campeonatos de Europa de 2008 y 2014; la selección femenina de waterpolo es campeona del mundo (2013) y la de baloncesto es campeona de Europa, además de conseguir medallas de planta y bronce en dos Campeonatos del Mundo. No es necesario fatigar la casuística. El éxito del deporte español, renqueante en las últimas ordalías de fútbol y baloncesto, se prolonga por el lado natural de las mujeres.

Para que conste a efectos de meritoriaje, aquí van algunas observaciones casi obvias, pero que son pasto del olvido: primera, que las mujeres parten históricamente de una situación de desigualdad con los varones, porque, como es sabido, venimos de tiempos recientes (las décadas anteriores a 1970) cuando el deporte femenino se agotaba en las demostraciones folklórico-sindicales del 1 de mayo; segunda, que las mujeres españolas han demostrado que no son menos altas, ni más torpes, ni menos ingeniosas (más bien lo contrario) que las europeas; y tercera, que, a pesar de los infundios distribuidos como información, los vestuarios femeninos no son más difíciles de manejar que los masculinos, como se puede comprobar en cada una de las selecciones citadas.

No sabemos cuál será el techo de cada selección femenina, si atendemos a las experiencias en deportes individuales, el oro olímpico y los Campeonatos del Mundo. En todo caso, es un progreso uniformemente acelerado y reflejo exacto de un trabajo de base concienzudo y persistente. Esto no es sólo cuestión de talento, sino de planificación tenaz; exactamente como en Escandinavia.

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