Atentados sin sentido
No he visto las imágenes en los informativos, no me hace falta. Mis hijos van todos los días a la escuela. Entran a su clase a las nueve de la mañana con otros 24 compañeros, saludan a su profesora, que les recibe en la puerta. Remolonean para tomar asiento: bromas, zancadillas, empujones y sobre todo risas, risas, muchas risas.
Después de dos horas de clase aquellas risas se tornan en gritos, llantos, horror. Mis hijos corriendo, llorando, temblando... no saben qué pasa pero han oído explosiones y disparos, muchos disparos. Nadie puede hacer nada por ellos. Se han quedado solos ante la barbarie. Y todo se vuelve negro. Ya, nada volverá a ser igual. Nunca.
Los salvajes han justificado esta bestialidad, como represalia por los seres queridos que las familias de los talibanes han perdido en los ataques del Ejército paquistaní. ¿Creen que una mujer que haya perdido a su marido en una guerra aprobaría que los soldados de su bando entrasen en una escuela para asesinar ferozmente a los hijos de su enemigo? Creo que no. Nadie es tan salvaje como para pedir ese tipo de venganza. Dan asco.— Nieves Pérez Amador.
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