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Un comediante político

Rusell Brand, cuyo abultado y complejo currículo también incluye haber sido marido de Katy Perry durante 14 meses, lleva casi 15 años construyéndose un nombre. Aunque no siempre fue un activista incansable con agenda radical, ha saltado a la escena política y es imposible vivir hoy en Reino Unido sin saber quién es

Russell Brand, en una manifestación por las calles de Londres a principios de mes.
Russell Brand, en una manifestación por las calles de Londres a principios de mes.dan kitwood (getty images)

Está en su salsa entre políticos, aunque él no lo sea. Es más, cuando le colocan junto a ellos, como ocurrió el jueves en la BBC durante el programa Question Time, el británico Russell Brand se apresura a marcar distancias y a proclamar que es simplemente un cómico, pero también hace uso de la retórica como si llevara toda la vida en el Parlamento. Por ejemplo, sus ataques a Nigel Farage: “Dice cosas que pueden hacer reír pero Farage no es gracioso, todo lo contrario. Es peligroso, hay que vigilarlo”. Este fue uno de los dardos que Brand disparó contra uno de sus más sólidos enemigos, el líder del partido ultraderechista Ukip, cuya ideología se sitúa en las antípodas de la de Brand. Es más, una de las atracciones de la noche era precisamente ver a los dos sentados a la misma mesa.

Durante el programa, en el que políticos y personalidades públicas contestan a preguntas de la audiencia sobre actualidad, la conservadora Penny Mordaunt se refirió a Brand como a alguien “mucho más influyente que la última premio Nobel de la paz Malala Yousafzai”. Mordaunt utilizaba la singular calculadora que últimamente se ha impuesto para medir la influencia en el mundo: Brand tiene nueve millones de seguidores en Twitter, Malala apenas 119.000. Pero a él no le convenció el argumento: “La que tiene influencia y puede hacer algo por cambiar las cosas es usted, que está en el Parlamento británico, no yo, que soy un cómico”.

Su espectáculo más aplaudido fue sobre su relación con la heroína tras haberse desenganchado

Pero Mordaunt no se equivoca del todo: Brand, cuyo abultado y complejo currículo también incluye haber sido marido de la cantante Katy Perry durante 14 meses, lleva casi 15 años construyéndose un nombre y aunque no siempre fue un activista incansable con agenda radical, es imposible vivir hoy en Reino Unido sin saber quién es. Su ubicuidad en los medios británicos puede resultar agotadora y eso le convierte en un ser vilipendiado y admirado por igual. Su discurso antipolíticos corruptos, antibanqueros ladrones y en pro de que los ciudadanos tomen las riendas de su país conecta con el sentir general de una ciudadanía desilusionada con los políticos —como la de casi toda Europa—. Pero su estilo agresivo, su voracidad verbal, su franqueza condimentada de vulgaridades y ese aspecto de Mesías moderno con melena grasienta y pelo en pecho no es de fácil digestión. Su humor tampoco. Se nota hasta en las críticas a su libro más reciente, Revolución, donde Brand invita a los jóvenes a abandonar el conformismo, a renegar de los políticos y a tratar de construir un mundo nuevo, aunque su receta no quede excesivamente clara. “Su escritura es atroz, tediosa, confusa y complaciente, está llena de referencias a libros que Brand solo se ha leído en parte o solo ha comprendido a medias”, escribía un crítico en The Observer. En cambio el activista Owen Jones, estrella británica de los millennials politizados, afirmaba en The Guardian: “Revolución es divertido, entretenido, te engancha. ¿Es una guía que ofrece una alternativa coherente para construir una sociedad nueva? No, y que alguien me avise si alguien consigue escribirla”. El libro ha vendido 50.000 copias en dos meses.

Aunque niega aspirar a un escaño y el año pasado confesó en una entrevista que nunca ha votado ni piensa hacerlo “porque los políticos no tienen nada que ofrecer”, no está de más tratar de entender en qué momento Russell Brand, de 39 años, saltó de la comedia a la escena política.

Su vida como cómico y actor arrancó durante su adolescencia, como escape a una infancia complicada que incluyó abusos sexuales, un padre fantasma, una madre enferma de cáncer y bulimia nerviosa. Después se hizo heroinómano y no se desenganchó hasta 2004, algo que no le impidió ir construyendo su carrera de comediante mientras triunfaba como presentador de la MTV, de donde fue despedido por disfrazarse de Osama bin Laden el día después de los ataques del 11S o hacer carrera en la radio, donde también fue carne de polémica por leer pornografía en directo en la Xfm y por hacer bromas pesadas en la BBC. También presentó Gran Hermano durante varias temporadas y hasta los premios NME, en los que se mofó públicamente de Bob Geldof, algo que el cantante aún no le ha perdonado.

Su espectáculo más aplaudido ha sido Better Now, un desternillante viaje a través de su relación con la heroína concebido tras desengancharse. En 2007 escribió la autobiografía My Booky Wook, muy elogiada por abordar con valentía y sentido del humor episodios realmente dramáticos de su existencia.

Sus cifras en la Red

El cómico no solo ha conseguido difundir su mensaje contra los políticos a través de las 50.000 copias que ha vendido de su libro Revolución en dos meses, sino que su discurso lo difunde a través de las redes sociales, donde congrega a un número de seguidores nada desdeñable: 8,7 millones en Twitter, tres millones de amigos en Facebook, más de 100.000 en Instagram (rustyrocketsbrand) y casi un millón de espectadores en YouTube.

Tras varias incursiones en el cine y su breve matrimonio con Katy Perry, finiquitado a los pocos meses de su gran boda en India con poca elegancia por el propio Brand en 2010 vía mensaje de texto, empezó su inexorable ascenso hacia la escena política. En 2011 comenzó a publicar artículos criticando la reacción del Gobierno a la crisis económica, a participar en protestas de todo tipo y a opinar sobre cualquier cosa. Este año creó su propio programa de noticias en YouTube, The Trews, donde comenta a diario la actualidad para un millón de suscriptores. Ahora además escribe versiones de clásicos como El Flautista de Hamelín adaptados a su visión política radical. “Espero que tras leer mi libro los niños vayan directamente a buscar Los guardianes de la libertad (un clásico de Noam Chomsky)”, ha dicho tras publicar el primero. Pero quizás su mayor triunfo, el que quizás pueda darle por fin el respeto que la élite intelectual de su país aún le niega, sea su próximo proyecto: el cómico acaba de anunciar que colaborará con el cineasta Michael Winterbottom en un documental sobre la crisis económica. Quizás el impertinente e incómodo Russell Brand consiga así que por fin se le tome en serio más allá de las redes sociales.

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