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EN LA MUERTE DE MIKE NICHOLS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A veces brillante, siempre digno

No vivirá en el panteón de los más grandes, pero sí en el de los que vinieron justo detrás El director de ‘El graduado' falleció el miércoles en Nueva York a los 83 años

Vídeo: CARLOS MARTÍNEZ
Carlos Boyero

Mike Nichols no dispondrá nunca de una estatua en el Olimpo del gran cine norteamericano, no se le puede integrar en la deslumbrante generación de directores que diseccionó Peter Biskind en ese libro imprescindible titulado Moteros tranquilos, toros salvajes, no poseía un sello de autoría y un estilo narrativo que te permitiera identificar de una película a otra eso tan enfático y prestigioso denominado universo propio, pero sí demostró capacidad y talento para realizar algunas películas memorables en una filmografía, nunca hizo trabajos mercenarios al servicio de las fórmulas que exigía Hollywood, sus proyectos nunca carecieron de ambición aunque el resultado fuera grisáceo y sus fracasos estuvieron acompañados de dignidad, intentó mantener su personalidad independientemente de que en variadas ocasiones ofreciera más artesanado que arte, se sentía cómodo hablando del desgaste del amor y de los tortuosos misterios del sexo y los grandes actores y actrices, con atributos de estrella o sin ellos, sabían que el hombre que estaba detrás de la cámara tenía la facultad de extraer lo mejor de su arte. Igualmente, aseguran que era un virtuoso dirigiendo teatro, pero eso no lo puedo confirmar.

Y su esplendoroso bautizo en el cine llegó con la adaptación de la obra teatral de Edward Albee ¿Quien teme a Virginia Woolf?. Hace mucho tiempo que no la reviso pero la asocio a la brillantez, al cine en blanco y negro, a un aroma de otra época tan atormentado y claustrofóbico. Nichols hacía creíble, desgarrada y trágica una noche alcohólica habitada por un matrimonio en ruinas durante demasiado tiempo que se ataca con salvaje violencia verbal en un proceso irreversible de sadomasoquismo mutuo, que despierta a los viejos demonios y otra pareja recién casada y presuntamente feliz a la que también arrasará el volcán. Probablemente, sea la mejor interpretación que realizó esa Liz Taylor que aparece desgreñada y gorda y Richard Burton también está eminente.

Nichols demostró en su siguiente película, la justificadamente legendaria El graduado que también disponía de un notable talento para la comedia agridulce y sentimental, las situaciones esperpénticas, el toque romántico, la armonía entre los estados de ánimo que describe y una banda sonora inmejorable. Sospecho que a una inmensa mayoría de los espectadores antiguos o nuevos de esta joya cómica y sentimental nos aparece una sonrisa al recordarla. Todo es gozoso en El graduado, los encuentros adúlteros entre la inolvidable, elegante, sensual, sabia, borracha y amarga señora Robinson (maravillosa Anne Bancroft) con ese chaval en el que todo es incertidumbre y asfixia, las emocionantes canciones de Simon y Garfunkel, la creación de Hoffman, la potencia cómica, mordaz y lírica de esta comedia perfecta.

Nichols volvió a recuperar ese admirable pulso para la comedia urbanita en Armas de mujer. Habló con dureza y desarmante sinceridad de la sexualidad, el desamor, el engaño, el hastío, la plenitud del amor y su cruel declive en las desasosegantes y complejas Conocimiento carnal y Closer. Y demostró un inteligente cinismo en el retrato de un político tan imaginativo como corrupto en La guerra de Charlie Wilson, Nichols era un profesional, tenía lo que hay que tener, un director necesario al que el Hollywood computerizado no echará de menos, pero la auténtica cinefilia si. Merece respeto y agradecido recuerdo.

Filmografía básica

2007. La guerra de Charlie Wilson.

2004. Closer.

1988. Armas de mujer.

1983. Silkwood.

1971. Conocimiento carnal.

1967. El graduado.

1966. ¿Quién teme a Virginia Woolf?.

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