Morir en la propia cama
(Mumford visionario 1)
¿Por qué nuestra vida interior se ha vuelto tan pobre y tan vacía a la vez que nuestra vida exterior se ha vuelto tan exagerada? Leer a Lewis Mumford (1895-1990) es un antídoto contra cualquier cultura superficial que reduzca las personas a autómatas pasivos. Es también reencontrar una vieja propuesta que parece tan lógica como inalcanzable y que, sin embargo, se presenta ineludible para el futuro: la que defiende la ayuda mutua y la solidaridad frente a otras formas de vida.
Ya en 1951, Mumford advertía de la caída en un analfabetismo idiota debido al hiperdesarrollo de la radio y la televisión. Sería interesante escucharle hoy hablar sobre los medios digitales. Para él, la deshumanización provocada por la técnica iba a llevar al ser humano a abdicar, a ser servil, a vivir en la falsa seguridad de un universo ordenado y previsible. Así, frente a la expansión de los medios materiales él defendía el cultivo interior, la comprensión de la naturaleza para evitar la paradoja de habitar un orden externo y ser habitado por un caos interno (progreso exterior y regresión interior) que caracteriza la inmadurez emocional. ¿Les parecen superados sus temores? Con el ánimo de rescatar la propia vida de la insignificancia, Mumford urgía a resucitar “del letargo psíquico de la pasividad para acceder a la responsabilidad compartida”. Algunos activistas piden hoy lo mismo.
Sobre arquitectura escribió que esta “permite al usuario participar. Le hace sentir más cortesano cuando entra en un palacio, más piadoso en una iglesia, más estudioso en una universidad y más ciudadano en la ciudad”. Mumford defendía las funciones simbólicas de la arquitectura y criticaba la miseria autoimpuesta de los arquitectos “al asimilar lecciones de la máquina y desatender exigencias de las personas”. Muchos de ustedes habrán leído a Mumford, pero ese adjetivo “autoimpuesta” junto a “miseria” merece una reflexión. Por eso, permítanme, toda esta semana Mumford hablará en este blog de la inagotable vida interior (cuando se despierta) y del peligro de que una máquina se haga cargo de las iniciativas de las personas.
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