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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado
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Dictaduras de papel... pero no tanto

Samuel Fosso, “Le chef qui a vendu l’Afrique aux colons”. The Walter Collection
Samuel Fosso, “Le chef qui a vendu l’Afrique aux colons”. The Walter Collection

Por Sonia Fernández (*)

En el África poscolonial, en el que Thomas Sankara era un personaje incómodo, las potencias realizaban jugadas maestras para lograr “que todo cambiara, para que nada cambiara”. Los soles de las independencias de los años cincuenta surgieron bajo el manto de las potencias coloniales que manejaban los hilos, a través de sus interpuestos. En la novela El caso Sankara de Antonio Lozano, el periodista francés Emmanuel Durant, la última persona que entrevistó al presidente justo antes de su muerte, lanza esta pregunta, “¿Para qué seguir manchándose las manos en África cuando podían poner en el poder a africanos que hicieran el trabajo en su lugar?”. Las independencias trajeron una pléyade de dictadores, en un juego estratégico en el que las potencias antes colonizadoras pervertían las reglas del juego para permanecer dominando y explotando el continente.

Los acontecimientos que se han venido sucediendo en Burkina Faso tras lo ocurrido cuando el pueblo decidió tomar las calles ante la intención del presidente del país, Blaise Compaoré, de cambiar la constitución para poder seguir gobernando tras 27 años en el poder, han traído aires renovados y vueltas nostálgicas a un pasado en el que Thomas Sankara, por contraposición, se enfrentaba a los organismos financieros internacionales, mientras ponía en el centro de la revolución la liberación de la mujer. Pero, la revolución burkinabé también ha traído el recuerdo de otros personajes que se perpetuaron en el poder en el pasado (o que aún continúan en él) y que los propios escritores africanos describieron en libros que parecen inspirados por la necesidad de contar, por la necesidad de sacar fuera tanta ignominia, y también por exponer la reacción/inacción del pueblo ante su actuación despótica.

Reír y llorar del congoleño Henri Lopes está considerado un clásico (estamos hablando de una obra escrita en 1982), y tiene dictador dentro. En esta obra de Lopes, en un estado africano cuyo nombre no se dice, Tito Bwakamabé, que tras un golpe militar derroca a su rival Polépole, se hace con el poder e instaura una dictadura terrible e inhumana. Sin embargo, el propio escritor afirma que no se trata de un texto sobre “las dictaduras” sino “sobre la relación entre el dictador y los que lo sufren”.

De hecho, el narrador, un sirviente de Tito, va desmenuzando en un libro, el que leemos, la vida bajo el régimen. Elige para ello un humor agridulce ya desde el mismo prólogo con el que inicia la novela, a través de una “Advertencia muy seria” en la que la “Asociación Interafricana de Censores francófonos” nos informa sobre la poca veracidad de lo que vamos a leer, fruto de alguien que “no es un verdadero hijo de África”. Si para estos censores el Tito que asoma en el libro de su sirviente es un personaje de cómic, alguien irreal, para el lector, en cambio, llegará a ser un dibujo muy próximo a dictadores como Mobutu, Idi Amin o Bokassa.

Bwakamabé, es un arquetipo, asesino, déspota, bárbaro y cruel que defenestra a la mujer, a la que únicamente le adjudica el papel de mero objeto sexual, que usa la tortura, que lanza billetes a un pueblo hambriento y que se enriquece de manera obscena."Alguien replicó enseguida haciendo el elogio del partido único. Era la única solución realista en este País. La democracia era necesaria, estaba claro, pero no hasta el punto de copiar a los blancos". Bwakamabé, tradicionalista y tribalista, no duda en exterminar a la tribu rival (los Djassikini) "aseguraba, cortándose el cuello con el índice, que él no era ni tribalista ni racista, pero que los djassikini eran verdaderamente unos cabrones. Así de simple. Los judíos del País".

JP Mika: 'Le delito du chat', (2011)

Otras obras han tratado también el tema de las dictaduras, entre ellas: La vida y media (1979) de Sony Labou Tansi, Céroe, no eres un cualquiera (1985) de Williams Sanssine, Crónicas abisinias (1988) de Moses Isewaga, Esperando el voto de las fieras (1998) de Ahmadou Kourouma, la trilogía de Nuruddin Farah, Variations on the Theme of an African Dictatorshipo El brujo del cuervo (2006) de Ngugi wa Thiong´o. Y también en las autobiografías de escritores como la de Ken Saro-Wiwa, A Month and a Day (1995) que retrata la Nigeria de Sani Abacha. Cada una de estas obras aporta diversos aspectos y puntos de vistas de los regímenes, pero también de los que los apoyaron desde fuera y desde dentro, y de los que se han visto obligados a padecerlos. En definitiva, diferentes países, diferentes presidentes, pero una misma carencia de humanidad.

Si imaginario era “El País”, lugar donde se desarrollaba la novela Reír y llorar, también lo es la “República Libre de Aburĩria” de El Brujo del cuervo y “Katamalanasia”, el país que nos propone Sony Labou Tansi, en donde después de lograr la independencia llega la dictadura de la mano del Guía Providencial, un tirano cuya autocracia roza el delirio. En La vida y media se realiza una brutal crítica feroz a los regímenes dictatoriales, infernales y carnívoros (la carne adquiere especial relevancia en esta obra), la sucesión de guías, que abarcan varias generaciones bajo diferentes nombres es una oleada imparable de excesos sin límites conocidos, ya sean físicos, sexuales o morales, bajo la connivencia de las potencias extranjeras.

Sin embargo, en esta novela cuando más desea el Guía Providencial a Chaidana, la hermosa hija de su rebelde enemigo, más veces se le aparece el espíritu de Marcial recordándole la imposibilidad de poseerla, y cuanto más se prohíbe y se intenta doblegar al pueblo negándole incluso el derecho a expresarse, más aparece por todas partes la palabra que todo lo describe: “¡El infierno¡, ¡el infierno! No busquemos más, lo hemos encontrado, el hombre fue creado para inventar el infierno. ¿Quién se hubiera atrevido, si no?”.

Sátira es también lo que utilizará Ngugi wa Thiong´o para hablar de un dictador, aupado gracias a una nube de seguidores, que son capaces de someterse a diversas operaciones de cirugía estética para llegar a ser su boca, sus ojos, su nariz y sus oídos, y que le mantienen en su estatus de “dios” y un proyecto delirante, “Camino al Cielo”, que no es sino una altísima torre, que se va a financiar por el Banco Mundial, a la que mediante una nave espacial, se elevará al soberano hasta tocar (cómo no) el cielo. Sin embargo, Ngugi quiere resaltar la imagen de un pueblo tiranizado pero no sometido, y de una resistencia que se cataliza a través de la mágica pareja protagonista, en la que la mujer tiene un papel determinante, hace de ella el “enemigo público número uno”.

El nacimiento de un tirano, que un día fue un miembro de la tribu de los hombres desnudos, Koyaga, es contada a lo largo de una ceremonia purificadora de seis veladas por un griot, el sora, y su bufón, cordua, en la novela Esperando el voto de las fieras. Haciendo uso de un humor corrosivo y una sátira aguda, Kourouma narra la aventura vital de uno de tantos dictadores africanos, quien desde la imaginaria “República del Golfo”, usando la hechicería o magia, la tortura y el asesinato, y adiestrado por otros personajes, déspotas de otras tantas repúblicas imaginarias, conseguirá perpetuarse en el poder, en un África “tan rica en violadores de los derechos humanos, como en hienas.”

Céroe, no eres un cualquiera del guineano Williams Sanssine es ante todo una novela original. El acusado sentido del humor de Sassine, mordaz y crítico, aparece a lo largo de la novela dotándola de un punto de vista entre la denuncia y la hilaridad que produce una realidad horripilante, entre la crítica, el hartazgo y la necesidad de salir de ella. Cámara, el personaje principal, vive obligado en el exilio, tuvo que huir de su país gobernado por el tiránico Sekou Toure y su partido único, pero debido al fallecimiento de una tía, que supone le ha dejado un legado, toma la decisión de regresar a su tierra natal, lo que supondrá una tremenda desilusión por el país que se encuentra. La novela se inicia con la noticia de la muerte del dictador en EEUU (se produjo en 1984).

Ahmed Sékou Touré es uno de esos personajes que hacen que palidezcamos ante sus actos, la nueva es tomada como una desgracia para algunos y como un alivio para otros, incluso después de muerto sigue dividiendo a los guineanos. La hilarante aventura irá mostrando facetas de Guinea-Conakry, mientras denuncia lo que dejaron los soles de las independencias. Pero su crítica no se queda ahí. Como en un espejo en el que se refleja de forma deformada a esos guineanos que, ahora, tras la muerte del dictador se han vuelto de golpe importantes, salen triunfantes a las calles con el símbolo de la victoria, se creen héroes y fuertes, mientras los verdaderos criminales continúan viviendo con total impunidad, sin haber soportado juicios ni justicia. “Encendí un cigarrillo y contemplé cómo la lluvia lavaba el país. Buena falta le hacía.”, dice su desilusionado protagonista.

En Crónicas abisinias, la visión positiva en un primer momento del golpe militar de Idi Amin en Uganda, quien ayudado por militares británicos e israelíes derrocó a Obote, el hombre que les había llevado a la independencia (“En las aldeas se bailó, se cantó y se celebró de muy diversas maneras. Yo, sinceramente, no sabía qué pensar” dice el protagonista de la novela), acabará tornándose en desilusión primero y en lamento después. La dictadura, con sus sangrantes consecuencias, aparecerá en toda su extensión; violaciones, detenciones arbitrarias, asesinatos, persecuciones… junto con la corrupción, y el horror de estar en un territorio donde no hay leyes, ni justicia, sólo una total impunidad.

Los escritores mencionados no solo han sabido plasmar en obras literarias la figura de los dictadores, sino que conocen en propia persona muy bien de lo que hablan. William Sanssine fue forzado al exilio por la dictadura de Sékou Touré. Ahmadou Kourouma rechazó reprimir a los independentistas cuando estaba en el ejército colonial, fue represaliado y exiliado por Houphouët Boigny y finalmente perseguido por no ser lo suficientemente marfileño. Daniel Arap Moi ordenó el encierro en prisión del keniata Ngugi wa Thiong´o por escribir una obra de teatro en kikuyu (o gikuyu) crítica con el gobierno, y por ponerla en escena con campesinos y trabajadores. Después, tras un exilio de 22 años de ausencia, se decidió a regresar a Kenia (había jurado no volver mientras Moi estuviera en el poder). Entonces, el escritor y su esposa fueron atacados de noche en su apartamento. Los agresores violaron a su esposa delante de él y, cuando Ngugi wa Thiong'o intentó defenderse, le golpearon y le quemaron la cara. Ken Saro-Wiwa, a consecuencia de su activismo a favor de los Ogoni y en contra de la actuación de las petrolíferas, fue ahorcado junto a otros siete presos de conciencia en 1995 por el general Sani Abacha, que gobernaba entonces Nigeria. La lista podría continuar.

Dice José Naranjo que “África ya no quiere más presidentes eternos”. En Guinea Ecuatorial, Obiang lleva 35 años en el poder, Juan Tomás Ávila Laurel y Donato Ndongo lo saben muy bien. Este último cree que la literatura es importante a la hora de cambiar la situación, “Nosotros (los escritores) tratamos de romper el discurso único. Y la única forma de romperlo, para que haya una verdadera pluralidad en la opinión de los guineanos, es hacer una literatura creíble. Y esta, no solamente ahora sino también en el futuro, transforma y transformará esa realidad.”

Sonia Fernández es autora del blog sobre libros y literatura, LitERaFRicA

Más información también en el blog 3.500 millones de hoy

Comentarios

Fantástico artículo, mis felicitaciones a la autora.
Bueníísimo.... Estilo ágil, claro y ameno para una profana en la materia.... Felicidades.
Fantástico artículo, mis felicitaciones a la autora.
Bueníísimo.... Estilo ágil, claro y ameno para una profana en la materia.... Felicidades.

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