Manicura y pedicura
Penélope Cruz ha sido elegida la mujer más sexy, un logro halagador para una mujer que representa nuestro país sin necesidad de gasto público alguno
Repasando la lista de gastos que efectuaron los afortunados portadores de una tarjeta black de Caja Madrid, me doy cuenta de que comparto casi sus mismos gustos. Ropa cara para ricos, viajes en primera, relojes y bolsos. Compras en delicatessen y vinos. Dinero gratis para ayudarte a llevar vida de millonario.
Es cierto que yo mis gustos los cargaba a una tarjeta normal y corriente y que año tras año tengo que explicarle a Hacienda gasto y gustos en un cubículo cada vez más insonorizado. Y aunque no comparto la afición del multimillonario señor Blesa por las cacerías, no puedo dejar de asombrarme al ver que los gastos de, por ejemplo, Rafael Spottorno, el exjefe de la Casa del Rey, se parezcan tanto a los míos. Rafa, como casi podemos llamarle familiarmente ahora que lo conocemos mejor, gustaba mucho de la ropa a medida además de los servicios de pedicura y manicura. ¡Igual que yo! No me siento bien cuando me veo las manos afeadas por las cutículas. En varias televisiones han hecho mucho ruido con que Spottorno también cargaba gastos de masajes en la dichosa tarjeta. Ahí discreparía con el distinguido caballero porque, con perdón de los profesionales fisioterapeutas, no tengo tan claro que un masaje relajante te resuelva definitivamente tus problemas articulares o musculares. En el fondo son muy parecidos a la retirada de cutículas: se eliminan temporalmente, pero siempre vuelven.
Si el multimillonario señor Blesa es un producto del PP, Penélope Cruz es un producto de sí misma. La actriz acaba de ser elegida la persona más sexy del año por la edición americana de la revista Esquire. Superando a Sofía Vergara y Beyoncé. Es un logro halagador para una mujer que representa nuestro país sin necesidad de gasto público alguno. Es una buena noticia para España y para Alcobendas en una semana donde todo ha sido casi tan terrorífico como la muñeca de Annabelle, la película que transforma a los espectadores adolescentes en máquinas de terror. Pero ocurre que a Penélope prefieren ignorarle sus muchos méritos ese tipo de personas que decidieron mirar para otro lado cuando los gastos de las tarjetas black aún no nos ponían color de hormiga roja.
Emitir opiniones sobre conflictos de todo tipo parece ser una plaga que se extiende entre los famosos. Ana Obregón ha dicho, sin batir una pestaña, que tanto el expresident Pujol como Iñaki Urdangarin deberían estar en la cárcel. La cantante Soraya se ha mostrado indignada por las ayudas económicas de España en Oriente Próximo y sus seguidores en Twitter la han convencido de que las matizara un poco más. Jennifer Lawrence criticó la dieta sin gluten de Gwyneth Paltrow, la ex de su actual novio, propiciando el debate acerca de un nuevo desorden alimentario de moda. No es fácil ser una celebridad y tener opinión o conciencia política. Cuando eres famoso, tu opinión debe ser como tu manicura: una cuidada y bien recortada versión de ti mismo.
El defensa del Barça Gerard Piqué, esposo de Shakira (a quien queremos tanto), también ha tenido un problema de opiniones y vuelve a estar en las portadas por temas apartados del fútbol. Piqué y su hermano se enzarzaron en una discusión con agentes de la Guardia Urbana en Barcelona a la salida de una discoteca de nombre CatWalk. ¡La podrían rebautizar Tarjeta Roja! El jugador ha pedido disculpas y el club las ha aceptado y exhibido como casi propias. Pero a sus explicaciones también le cayeron críticas porque Piqué empleó el “no volverá a ocurrir” que usó el rey Juan Carlos cuando se disculpó por irse a cazar elefantes, con amistades entre las que no estaba Miguel Blesa. A Piqué se le han acumulado los problemas por asistir junto a su hijo a la manifestación por la Diada, quebrantando esa norma tácita de deportistas y gente del entretenimiento de no participar activamente en actos políticos. Y aunque el jugador excusa con mucha coherencia sus motivos para asistir a esa concentración, cualquier pase que haga se le mira con lupa. Desde luego no es una frase feliz la que soltó a los guardias: “Me tenéis envidia porque soy famoso”. Hay una verdad en ella que ofende casi tanto como el uso de las tarjetas black. En ese sentido, entendemos que las tarjetas de Bankia servían para encauzar esas ínfulas en sus portadores. Ellos no tenían que demostrar quiénes eran, la tarjeta ya lo haría por ellos.
Otra persona millonaria y famosa, Esther Koplowitz, tiene problemas de financiación. ¡Qué semana! En mi salón de uñas intentan convencerme de que en el fondo todo es una estrategia de nuestras grandes fortunas para que les sintamos más próximos. Sí, toda una Koplowitz también tiene problemas. Solo que a Esther le va a resultar más fácil encontrar solución, de hecho “solo quedan unos flecos por resolver”. A mí, como no vuelva Crónicas marcianas o una nueva burbuja inmobiliaria, me veo subastando mis trajes y con las cutículas desatendidas.
Ahora parece que la crisis envuelve a todo el continente en un estancamiento perpetuo. Y el ébola, pese a la mejoría de “Teresa”, como la llama la vicepresidenta, sigue avanzando. ¡Qué pena no haber tenido una tarjeta black a mano para cambiar de vida y montar un buen negocio. ¡Un banco o un salón de manicura!
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