El niño que era una moto
Marc Márquez tiene una forma inimitable de descolgarse de la moto, y apurar los pianos como el mejor concertista

Pilota como cuando era niño (o sea, anteayer). A los 21 años acaba de proclamarse por segunda vez en años sucesivos campeón del mundo de MotoGP, y en esta temporada ha alineado 10 victorias una tras otra, igualando a mitos del motociclismo como Doohan y Agostini. Se llama Marc Márquez y es catalán de Cervera, el hombre-niño, récord de los récords. En el motociclismo, como en cualquier deporte de alta competición, hay que dominar una técnica que debe tener en cuenta peso, estatura y complexión física; estar dotado de inherentes cualidades de agresividad, coraje, astucia; mucha preparación física y entrenamiento constante. Pero diríase que Márquez ya los traía puestos desde el primer día en que probó el sillín de una motocicleta, que seguramente le venía inevitablemente grande. Y esos atributos eran orgánicamente suyos, ADN como carnet de identidad, porque cuando cabalga sobre la Honda que le han fabricado como un traje a la medida es imposible distinguir dónde acaba el jinete y comienza la montura. Si existen los centauros del motor tiene que ser el mayor de todos ellos. Los que entienden de esto lo explican muy bien: Marc tiene una forma inimitable de descolgarse de la moto, y apurar los pianos como el mejor concertista, con alegre descaro juvenil.
El piloto catalán creció —aunque lo justo para no sobrecargar la capacidad de tracción de la máquina— idolatrando al italiano Valentino Rossi, Il Dottore, todavía hoy el mejor motociclista de todos los tiempos, pero con la cantidad precisa de osadía cabe decir que Márquez ya lo ha sustituido; que al gran campeón de 35 años le está relevando su más ardiente admirador.
En su camino se encontraba, por añadidura, otro fenómeno español, el mallorquín Jorge Lorenzo, quien con idéntico brío y entusiasmo optaba a la corona. Y por ello puede aventurarse que en los próximos años, Márquez, Lorenzo y un brillantísimo tercero en discordia, Dani Pedrosa, dos catalanes y un mallorquín, se disputarán el cetro de la mayor velocidad que el ser humano jamás haya desarrollado sobre dos ruedas desde que la bicicleta existe.
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