El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Contra las humillaciones

Las novatadas deben ser erradicadas adoptando todas las medidas legales oportunas

SOLEDAD CALÉS

Doblegar la voluntad del recién llegado a un grupo, del novato, mediante coacción para que acepte, de buen o mal grado, una situación humillante y vejatoria cuyo único objetivo es el divertimento del veterano y establecer una jerarquía de dominación: en eso consiste una novatada.

El componente principal es el doblegamieno psicológico, pero para ello puede llegar a causar daños físicos, en ocasiones de trágicas consecuencias, como se vio con la muerte por ahogo de seis estudiantes en la playa de Meco, cerca de Lisboa, en diciembre de año pasado. Estados Unidos contabilizó 173 víctimas mortales de las novatadas entre 1970 y 2013.

Estos actos no pueden tomarse pues como una inocente burla, por mucho que en la mayoría de las ocasiones no pasen de ser bromas muy pesadas. Tratándose de una situación de acoso, resulta muy fácil entrar en una espiral que conduzca a situaciones de riesgo; en todo caso, el daño psicológico puede dejar secuelas de por vida.

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Ha llegado la hora —como ha exigido el Senado por unanimidad esta semana—, de poner los medios necesarios para erradicar una práctica que no por ser una tradición arraigada resulta más aceptable.

La decisión del Senado de instar al Gobierno a tomar medidas abrirá un debate que servirá para sensibilizar a la gente sobre un problema más extendido de lo que parece. Su propia naturaleza hace que se imponga una especie de silencio mafioso, de omertà, y tienda a perpetuarse, convirtiendo las víctimas de este curso en verdugos de sus nuevos compañeros del próximo.

Afortunadamente el Senado ha sido sensible a una demanda procedente de los colegios mayores, las universidades y la asociación No más novatadas, creada hace tres años. Ahora queda lo más arduo: encontrar la mejor y más eficaz forma de actuar.

Se trata de reforzar la prohibición en los reglamentos internos de colegios mayores y centros educativos y de crear un clima de tolerancia cero hacia estas prácticas.

¿Se debe ir más allá? Algunos países han optado por tipificarlas como delito. Así ha sido en algunos lugares de Estados Unidos y en Francia, donde se castigan con penas de hasta seis meses de cárcel y 15.000 euros de multa. En nuestro caso, eso no sería necesario, puesto que el Código Penal ya recoge las lesiones, vejaciones y humillaciones como formas delictivas.

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