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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Homo dives exsecutivus’

Hacen valer sus mejores armas evolutivas: ganan 75 veces más que sus subordinados

Ramón Muñoz

Hoy vengo a hablarles de obviedades. No intento con este aviso disuadirles de la lectura. Al contrario. Las obviedades son el meollo de la ciencia. Fíjense cuántas hogueras se han alimentado a lo largo de la historia con la carne de chiflados que juraban que la tierra era redonda y se movía alrededor del sol o que la sangre recorría incansablemente el circuito cerrado de nuestras venas y arterias.

En la prensa ocurre lo mismo. Siempre he pensado que el mejor periodismo de investigación es el que lleva a portada lo que todo el mundo ya sabe. A recientes ejemplos me remito. Hasta el payés de la masía más recóndita del Baix Empordà conocía el honorable 3% de los Pujols y no había gorrilla en la Plaza España de Sevilla que no supiera que los cursos de formación eran la cueva de Alí Babá y sus 40 sindicalistas. ¿Cuánto han tardado los avispados reporteros en publicarlo?

Imagínese que le piden que gestione un negocio seguro: ¿No tendría la tentación de forrarse?

La obviedad que les traigo versa sobre lo bien que viven los ricos, aunque me centraré en un subgénero de la familia, el de los ejecutivos de las grandes empresas. No solo es la rama más evolucionada sino la que más rápido muta por su capacidad de adaptación al ecosistema que le rodea, Mientras que los rentistas, los terratenientes, los herederos y hasta los industriales —otras subespecies más antiguas del hombre rico u homo dives— han sufrido mucho con la globalización de la economía, los ejecutivos han encontrado en este cambio el hábitat ideal para sobresalir por encima del resto y hacer valer sus mejores armas evolutivas. Aquí, que estamos en la vanguardia del darwinismo social, los consejeros de las mayores 35 empresas ganan de media 75 veces más que sus subordinados de traje, mono o bata.

Los directivos deben pasárselo pirata cuando escuchan el revuelo que entre la chusma producen acontecimientos cabalísticos como un buen bote en la Primitiva o el Gordo de la Lotería de Navidad. A ellos les toca regularmente la lotería sin jugarla y se la ingresan directamente en la cuenta cada mes. También se deben asombrar del latazo que dan los proletarios cuando el Gobierno de turno abarata los despidos y las jubilaciones porque la aleación de sus blindajes está a prueba de cualquier bomba legislativa. No en vano, España tiene dos récords Guiness de la sociedad de bienestar: los kilómetros de AVE por habitante y las indemnizaciones y fondos de pensiones de directivos más multimillonarios de la historia.

Dirán, con razón, que ricos ha habido siempre. Pero la diferencia con los de toda la vida es que mientras éstos se juegan su peculio en cada envite, los ejecutivos no tienen preocupación alguna. Como no son dueños de la empresa, no les intranquiliza en puridad su futuro. Si ganan, lo achacan a su eficaz gestión; si hunden la compañía, “simplemente siguieron las tendencias del mercado”. En ambos casos, se autopremian fabulosamente.

No obstante, no participo del linchamiento popular del que es objeto el homo dives exsecutivus porque me pongo en su lugar. Imagínese que le piden que gestione un negocio seguro como una eléctrica o un banco. Le dejan que le fije el sueldo un consejo de administración compuesto por amiguetes y su único control es una junta de accionistas que se reúne una vez al año y a la que asisten mayoritariamente jubilados para recoger una baratija como un paraguas o un cargador de móvil. ¿No tendría la tentación de forrarse? 

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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