La fábula de la zorra y el erizo
Temístocles, en la Atenas del siglo V antes de Cristo, ante la hartura del pueblo hacia los magistrados por la avaricia de éstos, les relató una fábula en la que una zorra cansada de ser picada por las moscas pidió ayuda a un erizo que pasaba por allí, y aunque efectivamente el erizo le salvó de la picaduras sus púas le hicieron aún más daño. En los tiempos de ahora y aquí en España, fruto de una desafección generalizada con nuestra clase política —desafecto ganado a pulso— ha surgido con fuerza un nuevo grupo político, Podemos, y el dictamen que dan nuestros políticos a este fenómeno —sorprendidos y temerosos de que mengüen sus acomodadas posiciones y prebendas— es que dicho partido lejos de ser la solución supondría —caso de gobernar— un mal mayor. Nos lo comparan con el erizo de la fábula, cuyo remedio es peor aún que el mal que erradica.
Estaría por ver si Podemos lo haría peor que cualquier otro partido si llegara al poder —tendrían que esmerarse mucho para bajar el listón—, pero lo que sí es indudable es que supone un soplo de aire fresco que puede ayudar a sanear y a regenerar de manera sistémica, desde dentro (algo casi imposible), nuestro apoltronado sistema bipartidista mediante el ejemplo y la ilusión. Puesto ya que parece que asumimos resignadamente que nuestros políticos son el mal necesario de nuestra democracia, entre otras cosas, porque cualquier alternativa es mucho peor, hagamos todo lo que podamos para que nuestros políticos se conviertan en ejemplos de excelencia y conduzcan y alumbren a la sociedad. No al revés.— Juan Manuel Chica Cruz.
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