Turismo étnico o reality show
Por Esther Alonso, que está realizando un viaje de un año por Asia, Oceanía y América con su pareja y sus dos hijos de 3 y 5 años
La línea que separa la realidad de la ficción es muy fina cuando hablamos de turismo étnico. Cuánto de lo que vemos y vivimos al embarcarnos en tours o viajes organizados que prometen acercarnos a la realidad y vida cotidiana de otras culturas es auténtico, es difícil de saber.
La gran mayoría de destinos turísticos hoy en día, conocedores de las expectativas del turista, comercializan diferentes paquetes y actividades para conocer de primera mano esa realidad local que buscamos cuando viajamos. La oferta es muy amplia y hay para todos los gustos, desde visitar las tribus del norte de Taliandia, hasta pasar una noche con las familias que todavía habitan las islas del Lago Titicaca en Bolivia, alojarse en casas particulares en la Cappadocia en Turquia, o viajar por el desierto del Sinaí en Egipto pernoctando y comiendo en las tiendas de los beduinos.
Personalmente me cuesta mucho decir que sí a estas aventuras y me surge la duda de si la experiencia es un show a medida o un baño de realidad. ¿Es el turismo el culpable de mantener vivas, para bien o para mal, ciertas costumbres y tradiciones?, ¿cómo viven realmente estas personas cuando el turista no observa? Es ciertamente un tema complejo que puede llegar a tener semejanzas con la famosa incertidumbre cuántica "¿Hace ruido un árbol que cae en el bosque cuando no hay nadie para escucharlo?".
Si a todas estas incógnitas le añadimos que además este tipo de turismo supone una fuente de ingresos y una oportunidad para el desarrollo económico local la cuestión se complejiza aún más. Con esto no quiero decir que todo el turismo étnico sea un montaje, pero desde luego es una cuestión delicada y difícil de abordar. Más aún cuando en el centro de todo están las personas, sus tradiciones y su cultura.
Un aspecto crítico, como casi siempre, es la transparencia y calidad de la información que nos ofrece el tour operador o agencia de viajes. Nuestras expectativas no se verán frustradas si tenemos claro de antemano cuál es el grado de realidad de lo que vamos a experimentar. Recientemente asistí a un show cultural en Nueva Zelanda que recreaba el universo de la cultura maorí antes de que los primeros pioneros continentales llegaran a la isla hace aproximadamente 300 años. Quiero pensar que como yo, todos los asistentes fueron debidamente informados de que iban a ver un espectáculo que mostraba una realidad ahora inexistente. En cualquier caso, y por si alguien no lo tenía claro, los propios descendientes de maoríes que protagonizaban el show nos lo recordaron en varias ocasiones.
Desde mi experiencia solo si pasamos el tiempo suficiente en un destino, viajamos con locales o personas que conocen bien el terreno, o tenemos la suerte de encontrar un buen proveedor de turismo étnico, dejaremos de ser espectadores para pasar a compartir y convivir en el día a día con el resto de personas y culturas desconocidas que habitan este planeta. ¿Y no es esto lo que buscamos cuando hablamos de turismo étnico?
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