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La chica que decidió ser ciborg

Una creadora de videojuegos estadounidense lleva años implantándose componentes electrónicos en el cuerpo y probando sus increibles usos en la vida real

Olvídense de Google glasses, camisetas inteligentes, pulseras, relojes y otros artículos de esos llamados ponibles (tecnología que sirve de prenda, como camisetas o pulseras). La nueva moda para tener una experiencia única de la tecnología pasa por implantarse chips y otros objetos en el cuerpo. Hay quienes sueñan con mejorar su ‘imperfecto’ cuerpo humano con materiales tecnológicos. ¡Cero tatuajes y piercings o modificaciones corporales bizarras, parecen decir: vamos a implantarnos un chip!

La más pública y reciente es la de Zoe Quinn, una diseñadora de videojuegos indie que hace un mes se implantó un chip NTAG216 en la mano derecha. El chip, de tecnología NFC (de contacto cercano), funciona como una memoria externa –tiene 888 bytes– y puede programarse: Quinn lo utiliza para bloquear y desbloquear su móvil, guardar información y acceder a partes del videojuego de rol cyberpunk Deus Ex.

Su objetivo final es crear un videojuego que pueda integrar el chip como elemento o complemento. No le preocupa que puedan utilizar el implante para localizarla. Su radio de alcance son unos 10 centímetros. Incluso los implantes RFID (de identificación por radiofrecuencia, que tienen más alcance) en humanos están lejos de servir como un dispositivo de rastreo.

Desde hace casi un año, Quinn lleva implantado en el dedo índice izquierdo un pequeño imán envuelto en silicona que le permite sentir vibraciones, campos magnéticos y obviamente recoger pequeños objetos de metal. Nada grave como interferir con los marcapasos, dañar las tarjetas de crédito o afectar un disco duro informático ya que el imán que contiene es muy pequeño.

Pero Zoe Quinn no es ni de lejos la primera en implantarse un chip en el cuerpo. Hay quienes lo hacen a favor de la ciencia como el profesor de cibernética británico Kevin Warwick, uno de los pioneros del área, a quien en 1998 a quien unos cirujanos le implantaron por nueve días un chip de radiofrecuencia  que le permitía encender y apagar las luces de su oficina y transmitía información de localización. Cuatro años después Warwick se implantó una interfaz neuronal, esta vez por tres meses, como parte de un experimento para conectar su sistema nervioso a un ordenador. El proyecto buscaba demostrar que una persona parapléjica es capaz de mover un brazo mecánico a través de Internet.

Su colega Mark Gasson se implementó un dispositivo RDIF para demostrar la vulnerabilidad a los virus informáticos de los dispositivos eléctricos implantados en el cuerpo humano (como los marcapasos). Ian Harrison, alumno de Warwick se implantó dos imanes magnéticos en los dedos cuando comenzó a investigar como éstos influyen en la vida de quienes los portan.

Más ciencia que ficción

Aunque muchos piensan que los cíborgs son todavía personajes de ciencia ficción la verdad es que existen muchas personas que se adaptan a la definición que facilita la RAE, un ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos. Quién no haya escuchado hablar de Neil Harbisson se sorprenderá de saber que es el primer humano reconocido como cíborg por un gobierno (Reino Unido). Harbisson, que padece acromatopsia (ceguera de los colores), lleva un chip instalado en la nuca –incrustado en el hueso occipital– conectado a una antena que le llega hasta un ojo. El dispositivo le permite ‘escuchar’ los colores. Dianne Ashworth recibió un ‘ojo biónico’ que le permite ver flashes, distinguir importantes contrastes y contornos de luz, así como objetos oscuros. Recientemente EE UU y la Unión Europea aprobaron la utilización de la prótesis de retina Argus II como primer ojo biónico para personas con retinitis pigmentaria, una enfermedad visual degenerativa. Andrew Garthwaite es un soldado británico que perdió un brazo en la guerra de Afganistán, y ahora tiene un brazo biónico que controla con el cerebro. Corazones, válvulas, oídos, manos, piernas artificiales. Mientras muchos sueñan con serlo, los cíborgs ya están entre nosotros.

Pero para otros, especialmente los biohackers –propulsores del movimiento DIY BIO (iniciales que, en inglés, vienen a significar biología de Hágalo Usted Mismo) generado en Internet por una ciencia más ciudadana y accesible, y denominado biología de garaje o de andar por casa– los implantes se realizan por diversión, por experimentar o simplemente por curiosidad. Tim Cannon se implantó hace unos años un dispositivo alimentado por una pequeña batería de recarga inalámbrica y sellado en una caja, que monitoriza su temperatura corporal y la transmite por bluetooth a su móvil. Dann Berg fue uno de los primeros en implantarse un imán en la mano y contar su historia en la Red. Rich Lee se implantó unos imanes directamente en las orejas y escucha música a través de ellos, con la ayuda de una bobina magnética alrededor de su cuello, que convierte el sonido en campos electromagnéticos. Brian McEvoy ha creado una brújula diminuta imbuida en una capsula de titanium y silicona para implantarse bajo la piel y que indica el norte de forma sensorial.

Hace algunos años la discoteca catalana Baja Beach daba la opción de implantar chips con tecnología RDIF a su clientela VIP. Dichos microchips, los primeros aprobados para el uso humano pero fueron descontinuados en 2010 después de probarse que eran susceptibles a ser hackeados o clonados.

Los aspirantes a cíborgs pululan en la Red en búsqueda de nuevas ideas de potenciar el cuerpo humano con tecnología. La búsqueda final es la ‘mejora’ corporal, añadir los refinamientos tecnológicos por placer y no por necesidad. Algunos, como Tim Cannon lo comparan con la cirugía estética, a la que miles se someten sin una necesidad clínica. Hay que advertir este tipo de procedimiento informal lo realizan expertos en modificaciones corporales y se realiza bajo su propio riesgo; y sin anestesia ya que en Estados Unidos (donde es una práctica frecuente) es obligatorio tener una licencia médica para trabajar con un bisturí y cualquier tipo de sustancia anestésica.

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