Pisando fuerte
Aunque las políticas recortan en estilo, aduciendo que es algo machista prestarle atención, en esta campaña vemos a algunas caminar por la senda del ‘glamour’
En Estados Unidos se deben haber enterado de que existe algo llamado Elecciones Europeas y de que al parecer son muy importantes para los políticos. Para demostrarlo han decidido aunar esta semana dos cosas que consideran muy europeas: la moda y el poder.
Y así surgió esa icónica foto de la primera dama estadounidense, Michelle Obama, con la primera dama de la moda, Anne Wintour, durante el bautizo de una sala del Museo Metropolitano (MET) de Nueva York con el nombre de la editora de Vogue. Wintour, que es de acero y seda, derramó una coqueta lágrima cuando Michelle, a la que todos quieren peinar y vestir, se manifestó orgullosa de ser su amiga. Juntas proyectaban glamour, que es algo muy abstracto y que nació en la más americana de las ciudades, Hollywood, para enaltecer y conquistar la más universal de las cualidades: parecer muy europea.
Sí, para lucir estilosa en cualquier país es obligatorio llevar algo europeo, aunque sea falso. Nacionalidad, zapato, maquillaje o falta de él. Y eso es lo que mostró el desfile de llegada al MET: elegancia a la europea pasada por el ojo capitalista y clínico del Vogue americano. De nuevo la alfombra roja fue más importante que el evento. La inauguración de la exposición, dedicada al desaparecido diseñador de origen británico Charles James, quedó eclipsada por el desfile de celebridades en la escalinata roja. Sí, más que un escaparate de moda fue un gol de la cultura de la celebridad. “Fue como si por un rato la vida se volviera un Gran Hotel y vieras desfilar gente en trajes que nadie usa normalmente y sobre los que puedes opinar lo que quieras”, sintetizaron una bloguerita de Miami y una estilistilla de Madrid.
La gran acaparadora de miradas y risas fue Sarah Jessica Parker con un traje-carroza de Oscar de la Renta que intentaba homenajear los aparatosos trajes de noche de los cincuenta. Sarah se pasó mucho con todo, llevaba un trasto como peinado mayor que el de Barbra Streisand en Hello Dolly con unos guantes blancos mas allá del codo como deseando meter Estados Unidos y Europa en el mismo saco. Vamos, que tan bien lo quiso freír, que lo quemó.
Despertó nuestra ensoñación imaginarnos un evento de esa naturaleza en la campaña por las elecciones europeas. Aunque nuestras políticas recortan todas estas nimiedades de estilo, aduciendo que es algo machista prestarle atención a estas cosas, en esta campaña electoral hemos visto que algunas candidatas van pisando fuerte por la arbitraria senda del estilo y el glamour. Los casos más obvios son los de Elena Valenciano y el de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que aunque no compita en las europeas está preparando el terreno como candidata a ser por fin elegida alcaldesa. Mientras Esperanza Aguirre se quedó medio calva, electoralmente, por su afición al automóvil, Botella se ha alisado la melena y estrenó peinado posando junto a Rafa Nadal. Con su nuevo pelo liso, y Esperanza Aguirre en la cuneta, Botella deja definitivamente atrás aquellos disparatados tirabuzones gafados por el fiasco que fue la candidatura olímpica y su célebre discurso del café con leche.
La que sí es candidata europea es Elena Valenciano y ha declarado que es una mujer que ha efectuado un gran viaje. Ha ido de amar a Jesucristo Superstar y María Magdalena a sentirse completamente deudora de Felipe González, con un breve escarceo con el Che Guevara. O sea, una moderada mujer de izquierdas que empezó en lo religioso, tocó el budismo latino, se aproxima al centrismo europeo y volverá a la religión con el papa Francisco. Mientras efectúa ese viaje, con dietas, su pelo también evoluciona. Si antes era reconocida porque parecía que le asustara el champú, ahora es la Golden Girl socialista de la queratina y el color rubio. Valenciano vive cada semana de campaña como si disfrutara de un contrato con L’Oréal gracias a los sabios consejos de Felipe González.
Pero aunque el Festival de Eurovisión no figure entre las preferencias y recuerdos de los políticos, nuestra auténtica candidata europea es Conchita Wurst, la barbuda cantante que representa a Austria en el certamen. El look de Conchita está más allá de cualquier frontera y derrite cualquier populismo. Lleva barba de corsario y blusa blanca (como Carolina Herrera) envuelta en una poderosa melena oscura. ¡Bravo! ¡Brava! Además, declara que la española Ruth Lorenzo es “su favorita”. Conchita, que nació con ADN masculino, interpreta su canción sobre el ave fénix demostrando, sin recurrir a fondos públicos, que el talento y el compromiso no conoce de géneros.
Tanto en el mundo del glamour como en el de la alta política, el pelo siempre es importante. Si no que se lo digan a Monica Lewinsky, que ahora al cumplir 40 años por fin puede hablar de lo que vivió en el Despacho Oval. Muchas observadoras, sí, sí, mujeres, han manifestado respeto hacia esta madurez de Lewinsky, que después de años de silencio regresa para cantar su verdad. Lo dijo casi todo, que fue usada tanto por Clinton como por los enemigos de Clinton. Pero se calló lo que más interesa: ¿dónde se conserva su traje manchado de ADN presidencial? Lewinsky volvió a dejar claro que la importancia de un traje no siempre es directamente proporcional a su precio. Ni a su estilo.
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