Bacalao verdadero con vibrador interesante
La noticia tiene más trascendencia de la que aparenta: ese pene de silicona podría ser un símbolo de la contaminación de los mares, de nuestra relación disfuncional con los animales o de la soledad en el mundo
En una reciente columna en The Guardian, el periodista Oliver Burkeman escribía sobre cómo en nuestra época valoramos mucho más lo interesante que lo verdadero. “A la mayoría de la gente no le motiva la verdad”, decía en el texto. “Lo que quieren, sobre todo, es que no les aburran”.
Confieso que me sentí aludido: yo era una de esas personas con el cerebro hecho puré de las que hablaba Burkeman, a las que lo curioso, lo inesperado y lo chusco les atrae más que lo relevante. Cuando abro una web informativa me obligo a hacer clic en la crisis de Ucrania o la reforma de la Justicia, pero enseguida se me va el oremus al interesante señor de Nokia que inventó una tableta nueve años antes que Apple o al interesante científico americano que dice que la muerte no existe, cuando no a la superinteresante peregrinación de Tamara Falcó a Lourdes.
Como no hay mejor consuelo para los tontos que el mal del 99% de la humanidad, me he relajado al ver cómo un asunto de gran calado escalaba puestos en los tops de las noticias más leídas. Un pescador noruego ha encontrado un vibrador en el estómago de un bacalao, según cuenta el diario Åndalsnes Avis y repican medios de todo el mundo. Bjørn Frilund no daba credito cuando al destripar al animal que acababa de capturar vio salir de sus entrañas un dildo anaranjado de notables dimensiones. Descartada la posibilidad de que el propio bacalao hubiera ido demasiado lejos con sus juegos autoeróticos, Frilund defiende que el pez engulló el artefacto tras confundirlo con una clase de pulpos multicolores que habitan en los mares nórdicos. Tras ver la foto del consolador, uno de esos con pene gordo y bracito para la estimulación clitoriana (¿o anal?), me inclino a apoyar su tesis.
No me convence tanto la explicación del pescador sobre el origen del juguete sexual: para él lo debió de tirar “una mujer frustrada en un crucero” por el Mar de Barents. Primero, asumir que sólo las mujeres poseen vibradores supone ignorar a los potenciales marineros aficionados a su uso. Segundo, si en efecto la dueña estaba frustrada, no sé qué hace lanzando al agua un objeto tan útil a la hora de satisfacer expectativas, por mucho que se hubiera quedado sin pilas.
El misterio sigue ahí. Si, como yo, se ha sentido idiota al interesarse por esta noticia, dígase que tiene más trascendencia de la que aparenta: ese pene de silicona podría ser un símbolo de la contaminación de los mares, de nuestra relación disfuncional con los animales o de la soledad en el mundo contemporáneo.
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