Viajar desconectados no es viajar
¿Hay que ser esclavo de una WiFi abierta? Cómo mantenerse enganchado al móvil en el extranjero sin dejarse el sueldo
Hay un creciente grueso poblacional incapaz de afrontar una jornada que no incluye al manos un filtro Valencia en una instantánea de Instagram y esa gente tiene que convivir con la realidad de que, a veces, conviene cruzar la frontera del país hacia otros lugares. Y entonces llegan los sudores fríos típicos de no poder tuitear las excelencias de la sopa tailandesa que se acaba de tomar en un puesto callejero de Bangkok. La respuesta obvia –conéctese usted a Internet y déjenos en paz– se tiene que enfrentar entonces con la triste realidad del occidente capitalista: la factura del teléfono saldrá por lo mismo que una estancia completa en un cuatro estrellas de Abu Dabi. Ni siquiera llamar es aún del todo económico, por más que se ajusten las tarifas de roaming. Así que antes de viajar y usar alegremente el móvil, hay que tener ciertas cosas en cuenta.
En Europa la tarifa de datos sale a 0,45 euros por megabyte. Subir una foto a Twitter consumirá entre 1 y 5 megabytes, en función de la imagen (el tuit costará un máximo de 2,25 euros).
Primero, las tarifas internacionales están divididas en zonas. La primera es la Unión Europea y el área económica continental. La segunda, Estados Unidos, Canadá, el Magreb y el resto de Europa. La tercera, el resto del mundo. En función del destino, las compañías aplican unas tarifas tanto para llamadas como para datos. Las llamadas a España salen desde 0,24 céntimos el minuto en la primera zona a los 2,5 euros en la tercera, más el establecimiento de llamada. Y también es más cara la conexión de datos según dónde estemos. Por resumirlo, consultar el grupo de Whatsapp con 185 mensajes costará bastante más caro en Tokio que en Roma. En Europa la tarifa de datos sale a 0,45 euros por megabyte. Subir una foto a Twitter consumirá entre 1 y 5 megabytes, en función de la imagen (el tuit costará un máximo de 2,25 euros). Y eso en Europa. Porque la tarifa de datos asciende hasta, más o menos, los diez euros por megabyte en el resto del mundo: Colgar la foto en Instagram del bocadillo de pastrami del Katz's de Nueva York puede salir hasta por 50 euros, el precio de cuatro de esos míticos bocadillos
Las compañías de teléfono tienen bonos para conectarse a Internet desde el extranjero. Movistar, por ejemplo, ofrece uno de 150 MB al mes, que cuesta unos 60 euros de cuota mensual más otros 6 de activación del servicio. Hace falta que repartirlos con cuidado, a juzgar por lo que consume subir una foto y no digamos ya ver un vídeo, que pueden ser hasta 90 megabytes por media hora si es de una calidad óptima. Una vez consumidos los 150 MB de la tarifa, se aplica el precio de 12 euros por mega: un susto en potencia. La misma compañía tiene otro bono más ambicioso: 500 MB al mes por 169,4 euros al mes más seis euros de cuota de alta. Vodafone da 20 MB al día (más 20 minutos de llamadas y 20 sms) por 4,84 euros al día... Pero es un pack sólo disponible en Europa. En el resto del mundo, el mega cuesta en esta compañía entre seis y 18 euros, en función de la zona. Orange, por poner un tercer ejemplo, ofrece cinco megas al día por 1,21 euros, solo en Europa y Estados Unidos. Con lo que cuesta, debemos aprender a valorar un mega si viajamos al extranjero.
Hay compañías que ofrecen puntos de acceso a WiFi por todo el mundo, como la española Gowex
Vistos los precios, habrá quien busque una opción más barata, por no decir gratis. Ahí entra la tradicional búsqueda del equivalente moderno al agua: el WiFi abierto. Está en bares, restaurantes u hoteles con red inalámbrica. Luego están las compañías que ofrecen puntos de acceso a WiFi por todo el mundo, como las estadounidenses Ipass y Boingo o la española Gowex, actualmente en expansión. Basta con echar un vistazo al mapa de Boingo, por ejemplo, para comprobar que es relativamente sencillo encontrar uno de sus 700.000 puntos de acceso por todo el mundo.
Lo malo de esperar a encontrar una red WiFi es que perderemos inmediatez. El mundo no sabrá al instante la última ocurrencia en 140 caracteres. Porque si para lo que necesitamos una conexión a Internet es para responder a un correo electrónico urgente del trabajo, el consumo de datos es bajo: apenas unos 10 kilobytes si se trata de solo texto. Paradójico, pero las cosas realmente importantes pesan menos. En resumen, si la ansiedad impide esperar a dar con una red WiFi, hay que asumir el coste. Que puede ser elevado. Mirar Whatsapp o Twitter puede salir caro. Tanto, que por mirar la pantalla, podemos perdernos el mundo. Y no hay nómina que pague esa factura.
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