Más madera para una biblioteca africana: Isaïe Biton Koulibaly y Dambudzo Marechera
Los amantes de la literatura africana están de enhorabuena. Primero, por el reconocimiento internacional: la nigeriana Chimamanda Adichie acaba de recibir el premio de la asociación de críticos literarios de Nueva York (National Book Critics Circle Awards) con su novela Americanah y la camerunesa Léonora Miano obtuvo hace poco el premio Fémina 2013, con La saison de l'ombre, su última novela. En el último caso, además y si quiere leer esta novela en español, debe saber que, en teoría, será traducida y publicada por Casa África a lo largo de este año. En el caso de Chimamanda Adichie, Mondadori ya agregó su último título a su catálogo, pero puede entretener el camino hasta su novela sobre el racismo, el amor y el pelo natural afro con los doce relatos de Algo alrededor de tu cuello o sus novelas Medio sol amarillo o La flor púrpura.
En España tenemos acceso a más y más títulos de la prolífica y fascinante literatura que emerge de las plumas de autores africanos en el continente o la diáspora. Sirvan como ejemplo los cuentos de Venance Konan y las historias de barrio abiyanés en cómic firmadas por Marguerite Abouet, las obras de algunas de las firmas más interesantes del panorama anglófono africano, como Helen Oyeyemi, Chris Abani o Binyavanga Wainaina, o los sofisticados escritos de la reina del afropolitismo, Taiye Selasi, recién publicada en español con Lejos de Ghana.
Y hay lecturas para todos los públicos...
Assata Ediciones publicó el año pasado, con la colaboración de Frat Mat,Y sin embargo, ella lloraba. Es una de las novelas del rey del género romántico y escritor más vendido en Costa de Marfil: Isaïe Biton Koulibaly (Abiyán, 1949). Carne de editorial desde 1977, Koulibaly toca todos los palos literarios y ha recibido los premios Nyonda, Yambo Ouelogueum y el Gran Premio Marfileño de las Letras, entre otros. Está casado y es padre de tres hijos, cree en el poder transformador de la lectura y se dice influido por Alphonse Daudet, Pearl S. Buck, Alberto Moravia y, sobre todo, Alexander Pushkin.
Y sin embargo, ella lloraba es un auténtico folletín con pretensiones morales y educativas. Habla de la historia de un sacerdote católico, Robert Williams, que ejerce en una parroquia de Abiyán hasta que se desengaña de la maldad de la gente que le rodea, desde sus compañeros de la congregación a los feligreses, y conoce a la seductora y hermosa Blandine. Es cierto que, como ejercicio de estilo, no es especialmente innovador y que hay otras obras suyas más atractivas. Sobre todo, Ah!, les femmes. Sin embargo, resulta un bouquin interesante si queremos conocer un poco mejor la realidad social de Costa de Marfil, desde una óptica diferente a la de Venance Konan, por ejemplo.
En otra liga, en las antípodas de Koulibaly, está Dambudzo Marechera (Rusape, Zimbabue, 1952), un autor maldito, ya muerto, del que se ha publicado en español La casa del hambre (Sajalín Editores). La casa del hambre es una novela muy corta o un relato muy largo, según cómo se quiera ver. Una obra resplandeciente, trágica, dura y desgarrada en la que aparecen varias de las obsesiones de su autor: colonialismo, racismo, el papel de la literatura y los escritores en el mundo. Todo en el contexto de un distrito segregado de la antigua Rodesia, contra un trasfondo de violencia generalizada, pobreza, alcohol y drogas.
Según reza la portada del libro:
"La casa del hambre" supuso el fulgurante debut con el que un joven africano de veintiséis años obtuvo en 1979 el prestigioso premio Guardian de ficción. Un libro explosivo que rompió con el tratamiento realista de temas sociales y políticos típicos de la novela de protesta anticolonial en favor de un retrato profundamente expresivo. A través del monólogo interior del narrador sin nombre de "La casa del hambre", Marechera hace partícipe al lector de la turbulenta existencia de un joven que abandona su miserable casa del gueto y, de camino hacia el bar más cercano, medita sobre «la mierda infecta que había sido y era mi vida en ese momento». Una vida, como la del propio autor, marcada por la violencia cotidiana, el estigma de la segregación racial y la desesperada búsqueda de la libertad individual.
Marechera es una novela en sí mismo. Nació en una colonia racista, tercero de nueve hijos en una familia que quedó en la indigencia al morir el padre. Le expulsaron de la Universidad de Rodesia en 1973 por participar en una manifestación contra el racismo en el campus. Estudiaba literatura inglesa con una beca. Otra beca le permitió marcharse a Inglaterra para estudiar en Oxford, de donde también fue expulsado en 1975 por alteración del orden y por negarse a recibir tratamiento siquiátrico. Escribió La casa del hambre en Londres, en un momento turbulento de su vida, entre casas ocupadas y de amigos, enganchado al cigarro y la botella, probablemente con la cabeza llena de voces y el corazón torturado.
Dambudzo Marechera recibió el premio Guardian de ficción por esta obra en 1979. Apareció borracho y vestido de una manera extravangante en el acto de entrega del premio y provocó un estropicio al tiempo que insultaba al público reunido para la ocasión. Regresó a Zimbabue independiente en febrero de 1982. Falleció apenas cinco años más tarde, a los treinta y cinco años de edad, a causa de una neumonía contraída tras serle diagnosticado sida.
Marechera refleja su rico, sucio y violento universo personal en el volumen publicado por Sajalín Ediciones y que incluye también varios cuentos cortos y apuntes, una entrevista consigo mismo y un post scríptum. El libro es como una serie de patadas en el vientre y la cabeza, extremadamente brutal y complejo. Autobiográfico. Terrible, pero también hermosísimo. Un legado breve, como la propia vida del autor, en el que aparecen todas sus preocupaciones, angustias y traumas pero también su particular visión de la belleza, la literatura y el universo. Palizas, borracheras, encuentros sexuales más o menos violentos, historias de racismo y de ira que no pueden dejar al lector indiferente y que tampoco pueden disociarse de las circunstancias personales, políticas y sociales del autor, de la maldad intrínseca del colonialismo y del apartheid rodesio.
Koulibaly y Marechera no tienen nada que ver, pero son dos caras de las múltiples que nos muestra el continente africano y que nos enseñan otras maneras de ver la vida. Parafraseando al nigeriano Ben Okri, si no hay dinero para un billete que te lleve hasta Abiyán o Harare, siempre puedes conseguir un libro para que Koulibaly o Marechera te muestren un atisbo de sus mundos.
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