Guillotina
En el artículo que publiqué el domingo pasado, con el título de Guillotina, se produjeron algunos errores. La guillotina del ordenador entró en funcionamiento y cortó la cabeza del doctor Guillotin, quien dio nombre a este artefacto de matar, y en el texto quedó como el doctor Guillot. A continuación se dice que este señor murió guillotinado, una leyenda que se ha perpetuado como una ironía literaria de todos los revolucionarios que se han visto obligados a probar su propia medicina. Realmente murió de ántrax. Los que vamos a morir decapitados, si la crisis económica junto con la miseria moral no remite, somos nosotros, unos más y otros menos.— Manuel Vicent.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.