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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nos queda París

Las medidas anticontaminación de la capital francesa lanzan de nuevo el debate medioambiental

SOLEDAD CALÉS

A causa del pico de contaminación que ha cubierto algunas ciudades europeas, solo los conductores de coches y motos con matrículas impares pudieron circular el lunes en París y en otros 22 municipios de su periferia, donde también se prohibió el tráfico de camiones pesados. Había excepciones —se permitían automóviles con matrículas pares si llevaban más de tres personas, vehículos eléctricos, híbridos, taxis—, pero lo cierto es que el tráfico rodado bajó sensiblemente.

Que el asunto tenía perendengues se ve por el proceso de toma de la decisión, que requirió nada menos que la intervención del primer ministro y el “acuerdo” del jefe del Estado francés, François Hollande. Miles de infractores han sido multados y las empresas de transporte público han perdido dinero, porque han tenido que facilitar servicio gratuito durante cuatro días. Hoy ya no se aplicarán más restricciones: todo el mundo podrá sacar los coches y se volverá a cobrar en el metro y en los autobuses, sea porque la calidad del aire ha mejorado de verdad o porque el desafío prolongado a los conductores da sudores fríos a las autoridades.

Además de la protección de la salud, es cierto que la proximidad de unas elecciones municipales proporcionó una buena ocasión a los ecologistas para insistir. Tampoco era la primera vez que se decidía la circulación alterna: ya se hizo en otoño de 1997 y, al igual que ahora, duró un día. El debate en muchas ciudades europeas gira en torno a la necesidad de mejorar el transporte colectivo y de no cobrar a los usuarios del sistema público de bicicletas y coches eléctricos, allí donde existe. Muchos políticos creen poco en tales medidas; otros temen que la población satisfecha sea menor que la malhumorada.

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La elevada contaminación urbana responde casi siempre al cóctel de tráfico abundante, alta presencia de motores diésel —señalados por la emisión de partículas potencialmente cancerígenas— y ausencia de vientos. A todo esto, apenas se ha dicho una palabra sobre la calidad del aire en grandes ciudades españolas durante los días de anticiclón. Siempre hay que hablar de París y otras zonas “del extranjero” a la hora de evocar estos asuntos.

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