Enseñar al que no sabe
Hace unos días, contemplaba espantado cómo una niña de 13 años se ensañaba con una compañera, tendida en el suelo, mientras un tercero grababa las imágenes para subirlas a YouTube ¿Qué nos está pasando? Llevo 35 años casado con el oficio de enseñar a jóvenes adolescentes y todavía amo mi trabajo. Un trabajo que cada día se hace más difícil, más incomprendido, más estéril. Me apena profundamente ver cómo mis compañeros salen con rostro abatido y gesto desesperado de algunas clases diciendo “No puedo con este grupo, no puedo…”. Me disgusta sobremanera que se haya perdido el respeto por la figura del profesor. Me irrita enormemente que jovenzuelos de 13 o 14 años se atrevan a replicar a sus profesores de forma desconsiderada y grosera.
Aprender es un acto voluntario que ha de realizarse en un clima de cooperación y respeto entre padres, profesores y alumnos. Sin educación no puede haber formación. La educación se adquiere en el hogar y el alumno debe aprender a comportarse en público, a respetar a los demás. Deberíamos tener instrumentos para hacer frente a los alumnos que ni quieren aprender ni permiten que los demás aprendan ¿Los tenemos?
Nos enfrentamos a una generación de niños consentidos y malcriados. Cuando un niño se pone chulo ante el director o el jefe de estudios, hace ya tiempo que los padres han perdido la batalla en casa. Necesitamos un acceso más sencillo y más temprano a una Formación Profesional cualificada que dé salidas a este alumnado conflictivo y desmotivado. Necesitamos la colaboración de los padres en el proceso educativo y necesitamos gobernantes que piensen en la enseñanza como un derecho básico y no como un campo de batalla en la lucha partidista.— Luciano López Nieto. IES Bárbara de Braganza,
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