Arbolistas
Por Pilar Sampietro
En mis primeros tiempos laborales, con turno de noche, volvía a casa de madrugada caminando y me sorprendía siempre a lo lejos la figura de un hombre cavando en plena calle en el hoyo de un árbol. Era una imagen impensable en un denso centro urbano. Un día decidí acercarme y descubrí que ese hombre era mi padre. Aprovechaba la tranquilidad del alba para ayudar al árbol recién plantado en su camino hacia la vida adulta. Quizás por eso ahora acostumbro a desviar la mirada hacia los árboles urbanos y me detengo unos segundos a inspeccionar la terrible realidad de sus hoyos, donde se acumulan colillas y cacas de perro. Y también por eso admiro a las personas que empatizan con los árboles y en un intento desesperado por salvarlos encabezan luchas utópicas.
Así fue con el azufaifo de Isabel Núñez, esa gran escritora, recientemente desaparecida, que se propuso salvar un ejemplar único de las garras constructoras en su barrio barcelonés de Sant Gervasi. Animó a vecinos, movilizó botánicos y expertos arborícolas y organizó fiestas para recordarnos que esos árboles que sobreviven entre el asfalto nos dan vida y nos ayudan a respirar mejor. De su experiencia y su memoria nació la obra autobiográfica “La Plaza del Azufaifo” que aprovecho para recomendaros.
Situados en nuestros días y en la misma ciudad, aunque esta vez en una Plaza más céntrica, la de la Villa de Madrid, el periodista, divulgador y ecologista Jordi Bigues ha decidido emprender otra cruzada personal recogiendo las semillas de una gran encina y con la ayuda del invernadero municipal repoblar la ciudad con los nuevos brotes. Ya lleva recogidas más de 8.000 semillas y se han plantado 2.300 que están rebrotando. El ayuntamiento le ha pedido parar porque no hay espacio para tanto nuevo árbol.
Pero Jordi sigue adelante experimentando cómo aprovechar la vida que la encina le propone y cuando llegue el buen tiempo piensa echarse la siesta bajo su copa. Su proyecto lleva el nombre de “El gran capital”, buen título para aquello que junto a su primo, el director de cine Bigas Luna, decidieron definir como el matrimonio de la humanidad: las semillas agrícolas y alimentarias son la unión legítima entre la humanidad y la tierra. Por cierto que esa encina recibirá el nombre del gran cineasta desaparecido.
Hace muy poco llegó a mis manos un informe que proponía fachadas verdes, huertos y jardines verticales para mejorar la calidad del aire en la ciudad. El informe cita un estudio del CREAF en el que se indica cómo en el año 2008 la vegetación urbana, sobre todo arbolada, eliminó 305.6 toneladas de contaminantes. Un árbol absorbe diariamente la contaminación generada por 100 coches y nuestra demanda de oxígeno por día es de 22 árboles. Con todo esto, ¿todavía dudamos de la necesidad de comenzar a crear ciudades bosque donde habitar? Convirtámonos todos poco a poco en grandes arbolistas.
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