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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

El otro conflicto de Sudán del Sur

Esta entrada ha sido escrita poir nuestro colaboradorAlberto Eisman.

Distribución de ayuda alimentaria en Sudán del Sur. ©UNHCR/T.Irwin

En los años 80 y 90, durante la guerra civil que asoló la región, un número no despreciable de jóvenes sursudaneses se vieron forzados a abandonar su país. La gran mayoría de los mismos fueron oficialmente reconocidos como refugiados en países como los Estados Unidos, Canadá y Australia. A pesar del hecho que muchos crecieron y maduraron desarraigados y fuera de su tierra, sin embargo tuvieron la suerte de realizar estudios superiores, cosa que nunca habrían podido hacer en su Sudán del Sur natal, máxime durante los años de la guerra.

Cuando llegó la hora de cubrir los puestos más relevantes dentro de la administración (primero regional durante el tiempo de interinidad y posteriormente la nacional después de la independencia), estaba claro que era el momento de agradecer los servicios de toda la oficialidad que durante los años de la guerra civil habían llevado a cabo su labor en las diferentes unidades rebeldes. De esta manera, todos los puestos de ministros, secretarios de estado, sub-secretarios, gobernadores y otras hierbas fueron copados por militares, muchos de ellos personajes curtidos en el campo de batalla, grandes combatientes y estrategas pero completamente ineptos para las obligaciones y las funciones de un puesto en la administración civil. Es más, algunos de ellos eran prácticamente analfabetos o con apenas estudios de primaria y con ese magro bagaje educativo tenían que desempeñar puestos de responsabilidad, tomar decisiones, ser efectivos en su gestión y hablar en público en actos oficiales. Ni que decir tiene los esperpentos que a veces sucedían: un Ministro de Agricultura que, a pesar de haber sido obligado a pasar a ser un civil, se negaba a quitarse el uniforme y aparecía con pistola en todos los actos sociales, oradores que asestaban terribles mandobles a la lengua inglesa, gobernadores que dependían de sus secretarios porque no sabían ni manejar un ordenador y todo un abanico de situaciones verdaderamente kafkianas.

Estamos en el año 2014... en todo este tiempo son ya miles y miles los sursudaneses los que, gracias a la oportunidad de haber estado en el extranjero, están completamente preparados para ayudar en la reconstrucción del país y han tenido una experiencia relevante en el mundo laboral y en los ambientes profesionales más diversos. Tienen títulos, doctorados, experiencia, preparación... hay doctores, ingenieros, profesores de universidad... pero desde tiempo inmemorial la vieja guardia les cierra las puertas. No van a permitir que una panda de arribistas les quite el sabroso pastel que llevan años devorando. Si alguno levanta la voz y se queja, se le dice de manera descarada algo así como “mientras estábamos muriendo y desangrándonos por el país, vosotros estabais tan tranquilos estudiando en el extranjero.” Y con tal razonamiento, el líder de turno continúa en su inoperante gestión, disfrutando de coches oficiales y de prebendas y callándose el hecho de que él mismo procura que toda su familia resida en el extranjero, con hijos yendo a escuelas de élite y a universidades con renombre.

Con una situación así, se pueden imaginar la frustración de la diáspora. Por un lado se les trata de extranjeros en su propio país, por otro lado ven con impotencia las grandes lagunas que hay en la gestión de los servicios, las infraestructuras y ellos no pueden hacer nada para remediarlo. Algunos de ellos se deciden a probar suerte en el sector privado. El gobierno sursudanés no lo dice, pero teme profundamente a la diáspora, simplemente por el hecho de que está bien formada, es capaz, porque han visto mundo y también porque podría traer aires de cambio completamente diferentes del estilo paramilitar al que están acostumbrados.

Por otro lado, los dirigentes que están ahora en el poder, viniendo de un estamento militar que funciona a base de disciplina y de órdenes y donde nada que venga desde abajo, siguen actuando de la misma manera que cuando comandaban divisiones y tropas: demandan adhesión total e inquebrantable, no toleran en dosis alguna la crítica o la disensión, en cuanto sienten cualquier amenaza a su autoridad envían a la policía o los soldados de turno para acallar –por las buenas o las malas– a quien mee fuera de tiesto. Los periodistas son por ejemplo uno de los sectores profesionales que más han sufrido en estos años de independencia simplemente porque los poderes no aceptan cuestionamientos, críticas ni afrentas a su autoridad. Cualquier conato de escándalo es apagado inmediatamente y por los medios más expeditivos.

Aunque muy pocas personas lo mencionen, la precaria situación que vive ahora mismo Sudán del Sur, con ese presidente acusado de despotismo, con esa vieja guardia dividida y ambiciosa que se echa los trastos a la cabeza y vuelve a las andadas violentas, se debe también a que no ha habido un relevo generacional ni “profesional” en el país. Es un problema crónico y recurrente en las situaciones en las que ha habido una lucha armada previa a la independencia. En situaciones post-coloniales, en vez de medallas y un honorable paso a la reserva, se premia a los antiguos jefes militares con puestos, privilegios y prebendas. Kiir, Machar (a pesar de su doctorado) y muchos otros pertenecen a este grupo.

La actual élite gobernante no está ahí por su valía profesional sino por méritos de guerra; es un gremio que hará lo imposible por perpetuarse en el poder. Ni hacen ni dejan hacer. Todos, Kiir y el resto de la banda, adolecen de falta de verdadero espíritu democrático y participativo. El que venga después, sea Machar u otro, no lo veo yo dejando el trono para que se siente alguien “de fuera”. Falta una tradición democrática y un respeto a las reglas de juego. Ahora mismo el Sudán del Sur se encuentra sin referente moral alguno, aparte de los líderes religiosos que en sus acertadísimas declaraciones están poniendo más que nunca el dedo en la llaga de los males del país y llaman a una cordura que brilla por su ausencia. La incertidumbre de Sudán el Sur se complica aún más al confirmarse que, aunque se viva ya en la ansiada dependencia, la clase dirigente – la que tiene la sartén por el mango – sigue siendo exactamente la misma que cuando había guerra y mandaban las armas.

Comentarios

que asco y mientras los millonarios se quedan mirando, y las organizaciones les dan sacos de comida a cambio de la foto y mientras se quedan muriendo de hambre que asco
que asco y mientras los millonarios se quedan mirando, y las organizaciones les dan sacos de comida a cambio de la foto y mientras se quedan muriendo de hambre que asco
que asco y mientras los millonarios se quedan mirando, y las organizaciones les dan sacos de comida a cambio de la foto y mientras se quedan muriendo de hambre que asco

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