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En colaboración conOEI
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

COP30: el momento de Iberoamérica ante la crisis climática

No existe una única solución para mitigar el cambio climático. En todo caso, sería necesaria una suma de esfuerzos, un rompecabezas de múltiples piezas que encajen hacia un objetivo común

En el corazón de la Amazonia brasileño ha comenzado la Conferencia de las Partes (COP30) de Belém. En esta cita, donde se juega el futuro del clima global, Iberoamérica quiere demostrar que desarrollo y sostenibilidad pueden ir de la mano.

Celebrar la Conferencia en el pulmón del planeta supone una llamada urgente de atención cargada de simbolismo y representa una oportunidad única para que la región fortalezca su presencia en el principal espacio de toma de decisiones climáticas. Pero esta oportunidad también conlleva una responsabilidad ineludible: comprender que la riqueza de nuestros ecosistemas es el fundamento mismo de nuestro futuro. Dicho esto, necesitamos reconocer, si es que queremos prosperar como civilización, que toda nuestra actividad (económica, social, cultural e incluso personal) depende de la salud de nuestro planeta. Tenemos el deber y el desafío moral de no solo adaptarnos, sino también de revertir esta crisis con soluciones regenerativas que aseguren nuestra supervivencia.

No existe una única solución para mitigar el cambio climático. En todo caso, sería necesaria una suma de esfuerzos, un rompecabezas de múltiples piezas que poco a poco encajen hacia un objetivo común, tal y como señala el ambientalista Paul Hawken en su libro Drawdown (2017). Para ello, es fundamental creer en el poder de las historias y entender que gran parte de nuestro fracaso se ha producido por nuestra falta de imaginación. Sin embargo, no bastan las ideas brillantes para frenar el cambio climático: sin financiación, la imaginación se queda en el papel.

Frente al pesimismo no hay que perder la esperanza. La puesta en marcha de proyectos como Energytran (Eulac for energy transition), liderado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) y con financiación de la Unión Europea, demuestran cómo podemos transformar la adversidad en oportunidad y encontrar soluciones e iniciativas innovadoras que aboguen por una transición energética justa, sostenible e inclusiva.

Este proyecto cuenta con la colaboración del Centro Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC), así como de doce socios entre universidades y centros de investigación europeos y latinoamericanos. Tras dos años de andadura, la conclusión es simple: la transición energética no se puede limitar a la producción de energía renovable, sino que también implica concienciar a la sociedad sobre lo fundamental que es su acceso equitativo para toda la población mundial.

No debemos olvidar que más de 600 millones de personas en el mundo, según un reciente estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), viven sin electricidad, y este factor, por sí solo, es un multiplicador de pobreza. En muchos rincones del planeta, la falta de acceso a la electricidad es tanto un problema energético como una cuestión de desigualdad.

En comunidades donde las mujeres y niñas asumen las tareas del hogar, la ausencia de luz o de agua corriente limita su tiempo, su educación y su autonomía. Una solución tan sencilla como un panel solar o una bomba de agua alimentada por energía solar puede transformar por completo esa realidad. La energía del sol (infinita, limpia y gratuita) se convierte así en la herramienta más democrática que existe. Con ella, las niñas pueden acudir a la escuela, las familias pueden cultivar sus propios alimentos y las mujeres pueden emprender. Es el efecto dominó de la energía renovable: una pequeña placa solar puede ser el punto de partida para cambiar una vida, una comunidad y, en última instancia, el futuro del planeta.

La empatía debe ser nuestra brújula a la hora de actuar ante las injusticias que genera la crisis climática. Nuestra capacidad de comprender, reflexionar y tomar medidas frente a quienes sufren no nos hace más débiles, sino que nos fortalece como humanidad.

Todo ello nos conduce a una COP30 en la que se debe llegar a acuerdos de convicción y solidaridad con los más desfavorecidos, que manden una señal de esperanza hacia el futuro. Como señala el presidente de la COP30, André Aranha Corrêa do Lago, en la Octava Carta de la Presidencia dirigida a la comunidad internacional: “La COP30 debe ser la COP de la adaptación. La ambición y la acción en materia de adaptación serán esenciales para que en Belém podamos avanzar en tres prioridades: reformar el multilateralismo, acercar el cambio climático a la vida cotidiana de las personas y acelerar la implementación climática”.

El multilateralismo, aunque algunos cuestionen su efectividad, ha sido uno de los motores silenciosos de los mayores avances en políticas climáticas desde la última década del siglo pasado. Reforzarlo no es una opción, sino una necesidad para recorrer juntos el camino que aún nos queda. El multilateralismo ha logrado frenar la previsión de un aumento catastrófico de 4 °C en la temperatura media global para 2050, dejándolo en alrededor de 2,5 °C. Sin embargo, aún estamos lejos del ambicioso objetivo de no superar la barrera de los 1,5ºC, establecido en el Acuerdo de París y negociado en la COP21 en 2015. Hitos de esta magnitud muestran que la cooperación internacional puede cambiar el rumbo de la humanidad.

Desde la OEI, como organismo internacional intergubernamental, reafirmamos nuestro compromiso inquebrantable con una acción climática justa e inclusiva que garantice un futuro sostenible para todos. Por ese motivo, el Gobierno brasileño, a través de su Secretaría Extraordinaria para la COP30 (SECOP), suscribió el proyecto de colaboración con la OEI para garantizar las condiciones para el diálogo entre los países y la logística que harán posibles las negociaciones climáticas en Belém en esta Conferencia.

Dentro de la COP, en la Green Zone (o Zona Verde), la OEI tendrá su propio estand bajo el lema Iberoamérica Viva. Será un espacio dinámico de escucha activa y celebración de la diversidad, donde se potenciarán las voces de nuestra región, especialmente aquellas tradicionalmente marginadas, como la de los pueblos originarios (con sus múltiples realidades que reflejan la riqueza de sus saberes tradicionales, así como los variados desafíos que enfrentan), la de las comunidades periféricas y la juventud, que tendrá un protagonismo especial.

Iberoamérica Viva nace como una alianza entre aquellas voces ancestrales y actuales que buscan regenerar (no solo sostener) los ecosistemas y las comunidades. Es una apuesta por avanzar juntos hacia un futuro común en el que nadie quede fuera.

Además, la financiación climática seguirá marcando el rumbo del debate en la búsqueda de un nuevo mapa que corrija los desvíos de un trayecto aún lleno de desigualdades. Sin embargo, en el fondo, la financiación climática no debe estar sujeta a discusiones. Como dijo António Guterres en su discurso de apertura de la Cúpula de Líderes, en el ámbito de la COP29: “La financiación climática no es caridad, es una inversión; y tomar medidas no es una opción, es una obligación”. Sobre eso, Iberoamérica tiene el potencial de ser el referente global de integración sostenible que el planeta necesita.

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