¡Feliz año del caballo!
¡Cosas de príncipes! Preparados para todo, tuvieron que enfrentarse a una llovizna de abucheos y pitadas esforzándose por mantener normalidad
El lío por la avería en el Airbus de la Fuerza Área, que ha vuelto a dejar al Príncipe como un rico cumpleañero con problemas de avión, sirve para recordarnos esa máxima de Truman Capote. “No seas nunca el propietario del yate o del avión privado, hazte amigo de la esposa del dueño”.
Hoy, la crisis jos ha vuelto tacaños y preguntamos cosas. ¿Cómo es posible que nadie nos haya aclarado cuánto cuesta poner en marcha uno de esos Airbus de la Fuerza Aérea para el Rey, el Príncipe o el jefe del Gobierno? ¿Necesitamos tener tantos jefes de Estado? ¿Todo es un obsequio de los contribuyentes, de algún jeque amigo, de la mano de Dios? Con tanta flota aérea y tanto lío de agendas para cuando Rajoy aterrizó en Roma con sus 50 acompañantes, Fiat abandonaba definitivamente Italia rumbo a su nueva sede en Holanda, sin importarle nada la cumbre hispano-italiana. Hay que reconocer que pasara lo que pasara en esa concurrida cumbre iba a interesar muy poco mientras estábamos en vilo por la decisión judicial de cómo escenificaría la Infanta su presencia ante el juez Castro. Al final, lo de siempre, podrá escoger, con protección judicial y policial. En la prensa rosa comentan que todo tiene aire de exclusiva.
Nos enseñan que la gente elegante no pregunta el precio. ¡Ja! Pero los franceses preguntaron si Valerie Trierweiler viajaba a la India en plan privado o pagado por el dinero público. Ella, que está inmersa en su propio viaje —de ex primera dama no oficial a heroína romántica moderna—, respondió que la ONG que organizaba el viaje pagaba ese coste. Muy bien, ¿pero, y la limusina? No hubo más respuesta que esa imagen extraordinaria de Trierweiler asomada a la India con la desolación del amor roto en la mirada. En realidad, Trierweiler es la primera víctima del caballo de madera chino, porque es el signo de Hollande. Y también el de Merkel, o sea, habrá que amarrarse el cinturón que vienen turbulencias.
Pese a las averías, nuestro príncipe y heredero de la jefatura del Estado, regresó de Centroamérica vía Islas Canarias para encontrarse no solo con su esposa, sino también con su amado pueblo, e inaugurar un palmeral en una isla y una ciudad mágica en otra. ¡Cosas de príncipes! Preparados para todo, tuvieron que enfrentarse a una llovizna de abucheos y pitadas esforzándose en mantener normalidad frente al griterío de los isleños. Letizia, que al igual que Victoria Beckham ríe poco, se deshizo en sonrisas, recurrió al protocolo Isabel Pantoja de “Dientes, dientes, que es lo que les gusta”, dando la sensación de que se le escapa el término medio. Lo mismo le ocurre con los tacones, o son planos o son de 12 centímetros. Los que la critican dicen que la princesa no encuentra serenidad, el feng shui. Tampoco ayuda, todo hay que decirlo, el permanente escrutinio de supuestos achaques en su relación marital. Para Zarzuela son “altibajos” y, como predijo recurriendo a sus poderes de meiga el presidente Rajoy sobre la infanta Cristina, todo les va a ir bien en el año del caballo de madera, mucho mejor que durante este agitado año de la serpiente que afortunadamente termina.
El año del caballo de madera, que en España se celebra como si fuera la ultima moda, empezó cuando destacaron en un periódico digital que Jesulín de Ubrique vendería Ambiciones, esa espectacular finca poblada por balaustradas, símbolo inequívoco de la prosperidad inmobiliaria de los noventa. Y además con la intermediación de Fernando Esteso, humorista inequívoco de la transición. Por cinco millones de euros se la quedarían unos ganaderos argentinos. Era mentira y todos caímos: los propietarios explicaron que se trataba de la típica broma urdida por dos compañeros de rodaje. Cuidado con esas tonterías, Jesulín, que los de la prensa del corazón detestan que se les tome el pelo. Por eso cuando leímos al día siguiente que Pedro J. Ramírez abandonaba la dirección del diario El Mundo, en un principio no le dimos mucho crédito. Como si fuera otra chanza de los Ubrique, pero resultó cierto. La noticia se precipitó los días previos al año nuevo chino, cuando se recomienda pagar deudas pendientes (a ver cómo hacen las economías emergentes), repartir sobres rojos llenos de billetes (una tradición ya completamente integrada en España), limpiar bien la casa y no barrer el piso durante los primeros días del nuevo año (a ver cómo lo hacen los del Partido Popular con todo su follón interno). Nada de lenguaje soez, nada de peleas ni de hablar de muerte o fantasmas para evitar atraer mala energía. Cuando te han despedido de tu propio periódico, no resulta fácil cumplir con todos estos rituales. Sobre todo lo de las palabras soeces y lo de la sensación de que hay muy mala energía en el país. Porque aunque algunos se alegren y pese a lo que podamos disentir con una persona polémica como Pedro J. Ramírez, en este momento en que las instituciones se escurren entre errores y responsabilidades, no es buena noticia que un periodista que lo señalaba y volvía a señalar, sea el que pierda el puesto. Una vez mas sospechamos que vivimos en una sociedad de falsa madera. Como la del caballito que se regala durante este nuevo año chino.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.