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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La política de la chequera

Arabia Saudí no ha dejado de regar de dinero la geografía árabe para asegurar su estabilidad

Lluís Bassets

El tirano sabe cómo deben hacerse las cosas. Con un sable en una mano y una chequera en la otra. No admite negativa al soborno. La hoja afilada atenderá a quien lo rechace. Así ha venido comportándose la monarquía saudí desde que encontró en el árido subsuelo de la península arábiga el mayor depósito de riqueza mineral del mundo, los hidrocarburos que la han convertido en una potencia regional y un aliado hasta ahora indispensable de los Estados Unidos de América.

La política del sable y la chequera fue fundamental para la estabilidad de Arabia Saudí durante la primavera árabe de 2011. Centenares de jóvenes fueron a las cárceles y multitud de manifestaciones por las redes sociales fueron desarticuladas antes de que reunieran a más de cien personas. Pero un chorro de dinero para vivienda, subsidio de paro y pagas extras para los funcionarios, por valor de 130.000 millones de dólares, fue el líquido más disolvente de manifestantes que podía imaginarse.

Desde entonces, la familia Saud no ha dejado de regar la entera geografía árabe. En Túnez se ha gastado 750 millones en proyectos civiles; en Marruecos, 1.250 millones en infraestructuras, sobre todo turísticas; en Yemen, 3.250 millones en ayuda militar y financiera; en Jordania, 1.000 millones en ayuda a los refugiados sirios; en Siria, 400 millones en armas para los rebeldes que combaten contra Bachar el Asad, y en Egipto, 5.000 millones de premio a los militares después de que desalojaran del poder a los Hermanos Musulmanes.

La última manguerada es la que acaba de anunciar el presidente libanés Michel Suleiman, en forma de créditos para el ejército por 3.000 millones de dólares, que casi duplican el presupuesto militar de Líbano y triplican la ayuda de Estados Unidos desde 2006. El regalo forma parte de la estrategia saudí en la guerra de Siria: servirá para contrarrestar la fuerza excesiva de Hezbolá, el partido chiita y proiraní que apoya a El Asad; también para distanciarse de Washington y mostrar sus propias cartas en la negociación con Irán sobre el programa nuclear: las armas que comprarán los libaneses serán todas francesas.

El arma de la chequera está muy experimentada. La expansión del rigorismo wahabí se ha hecho cheque en mano. Así se han financiado las madrasas paquistaníes. Así se hizo la guerra de los talibanes contra los soviéticos en Afganistán. Arabia Saudí no es el único Estado petrolero que practica la política de la chequera. Con un estilo distinto, también lo hace Qatar. Sirve para hacer política exterior e, incluso, para actuar militarmente fuera. Sus efectos políticos pueden ser visibles a corto plazo, pero a la larga son incontrolables y perversos. El dinero saudí sirvió a la causa occidental en la guerra fría, pero plantó las semillas del fundamentalismo y del terrorismo. Veremos qué frutos da la siembra de ahora.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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