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Blogs / Gastro
Gastronotas de Capel
Por José Carlos Capel

Anís del Mono

José Carlos Capel

Más aún, con el sonido de estas botellas cuando rascaba su cristal con dos cucharillas mientras cantábamos villancicos en familia.

Todo un icono que conservo grabado en mi memoria.

Como desde hace años no pruebo ningún tipo de aguardiente anisado, estaba convencido que tanto los secos como los dulces andaban de capa caída.

No conozco a nadie que beba anís y solo veo botellas sueltas en algunos bares.

Hace poco coincidí en la Escuela de Pastelería de Barcelona con Antonio Guillén, gerente de esta marca. De pasada me comentó que en 2012 habían vendido 640.000 cajas, casi 4 millones de botellas. ¿En serio, le dije?

Como sabía que la fábrica ocupa un edificio modernista de 1870 considerado patrimonio de Badalona, la visita me tentaba.

Mejor que mis comentarios hablan las fotografías. Las salas de destilación, de estilo modernista, así como el archivo, los despachos, la recepción y las escaleras parecen extraídos de secuencias de otra época.

A la entrada el famoso cuadro de Ramón Casas, “Mono y mona”, que ganó un concurso en 1898.

Guillén me fue contando anécdotas. Primero sobre la etiqueta que contiene una falta de ortografía (Destillación en lugar de Destilación). Error que mantienen por fidelidad a la tradición que les ha ayudado a detectar esporádicas falsificaciones.

Luego sobre el enigma del mono, cuyo rostro corresponde a un humanoide que recuerda a Darwin.

Nadie sabe si fue un homenaje al autor del Origen de las especies, teoría muy controvertida en el XIX, o bien se pretendía ridiculizar al personaje.

Quien de verdad se parece al rostro del humanoide, -- casualidad pura --, es el gerente actual, Antonio Guillen, comentario que hago con el mayor respeto y sin ningún tipo de ironía. Todo el mundo lo piensa y él mismo se sonríe cuando se lo comentan.

¿Por qué se asoció este anís a la figura de un mono?

La versión oficial es que la familia Bosch poseía negocios en América. Y que por vía marítima les llegó un simio entre diversas mercancías. Una suerte de mascota que se acabó identificando con la fábrica y se hizo popular en Badalona. Es posible.

La teoría que yo prefiero es la del historiador vasco Manuel Llano Gorostiza.

Al parecer a mediados del XIX existían fábricas de aguardiente anisado muy populares en Monóvar (Alicante). Los consumidores de media España decían a los taberneros: “Ponme un monóvar, dame un monóvar, ponme un “mono”, refiriéndose al anisado. Los Bosch no habrían hecho más que utilizar un nombre comercial que les abría el mercado.

¿Y la botella? Una variante del perfume que Vicente Bosch compró en Paris para su esposa. Tras negociar los derechos del diseño, en 1902 registró la botella adiamantada con la famosa etiqueta.

Guillén me explicó que su anís no contiene otra cosa que jarabe, alcohol y anetol, compuesto aromáticoobtenido de la matalahúva (pimpinella anisum). Luego me mostró el proceso de destilación en alambiques de cobre del XIX.

Casi al final le hice la pregunta del millón. ¿Sabéis quienes consumenAnís del Mono en España?

“Donde más vendemos es en Andalucía y en Cataluña”, me dijo. “Y prácticamente la mitad de nuestros consumidores son mujeres, que lo toman en la intimidad”, apostilló contundente.

¿Cómo dices?“Toman chupitos mientras cocinan, nuestro anís es la base de muchas recetas de repostería”

Me parece maravilloso que un anís al que el pintor cubista Juan Gris le dedicó un “collage” (1914) expuesto en el Museo Reina Sofía de Madrid (La bouteille d´anis), que apareció en una secuencia de la película “El Padrino” de Francis Coppola, y que está grabado a fuego en la memoria de los españoles, se sostenga gracias a la repostería casera elaborada por manos femeninas.

En twitter@JCCapel

Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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