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Columna
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Decisiones

Aquella carta sirvió para inaugurar un camino, que esperemos que no se vuelva a hollar nunca

Jorge M. Reverte

Algo es algo. Nos vamos enterando del porqué de algunas tropelías. Por ejemplo, de las razones, de los modos, que justifican el que se cambiara la Constitución con nocturnidad y alevosía hace poco más de dos años. Y es que había una carta del jefe del Banco Central Europeo en la que Monsieur Trichet le decía a José Luis Rodríguez Zapatero que o bien juraba por la Biblia que nunca más iba a mencionar el nombre de Keynes en vano, o bien España se quedaba sin créditos para siempre y nos íbamos al infierno.

Aquella carta sirvió para inaugurar un camino, que esperemos que no se vuelva a hollar nunca. Y era tan secreta y tan terrible que quedó en las manos de un abogado de León el revelarla, hacerla pública, cuando a él se le pusiera en las narices.

Nadie la pudo ver entonces. Y ahora la saca a la luz para justificarse, para convencernos de que hizo lo mejor para todos.

El acto fue atroz, significó uno de los peores desaires al Parlamento, a la democracia, al pueblo español. Y este personaje, que ganó unas elecciones democráticas y fue presidente con esa legitimidad, se atrevió a hurtarnos el debate, a considerarnos disminuidos psíquicos a los ciudadanos, y nos cuenta ahora que no había más remedio. En buena persona, es lo mismo que pensó Tejero, solo que el guardia quería meter en la cárcel a mucha gente. Pero Zapatero se saltó la democracia, por mucho que nuestras leyes dejaran el hueco para que lo hiciera sin ir a la cárcel por ello.

Estos días estamos sabiendo muchas cosas. También desde el entorno del expresidente nos dicen ahora que no se denunció el Concordato con la Iglesia católica porque eso habría provocado un conflicto. ¡Claro!

Pues yo quiero ese conflicto. La Constitución que mañana celebramos algunos dice que este es un Estado laico.

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