La LOMCE y los partidos
La LOMCE establece una evaluación externa al final de la ESO que será necesario superar para poder acceder al Bachillerato y a la FP. Se trata de una prueba que no la pondrá ni la corregirá el profesorado del propio centro, sino el ministerio en unión con las comunidades autónomas. Esto implica que se va a saber cómo van todos los centros y todas la comunidades.
Ante esto es fácil entender la reacción del alumnado, de parte de los padres, de parte del profesorado y de algunos responsables de educación autonómicos. A ningún alumno le gusta tener que hacer un examen importante que ahora no existe; ni a ningún trabajador, incluidos los responsables de educación, le apetece un control externo de su actividad; ni a los padres les gusta una prueba que sus hijos puedan suspender. Por tanto, su reacción contra la LOMCE es en cierta medida comprensible.
Pero no lo es la de los partidos políticos que les dan la razón. Ellos saben que en las pruebas PISA los alumnos españoles, en su conjunto, nunca han aprobado ni lengua, ni matemáticas ni ciencias y que, por tanto, no se puede seguir con la LOE, sino que hay que establecer estímulos para recuperar la cultura del esfuerzo y hay que diversificar los itinerarios para que todos los alumnos puedan tener éxito académico. Unos partidos que piden más controles en las finanzas, en la sanidad, en la industria y en el transporte, pero no en la educación, manifiestan que están anteponiendo los intereses electorales de partido a los del país.
No aceptar las pruebas externas y así poder llegar a un gran pacto de Estado por la educación se les puede volver en contra.— Antonio Jimeno. Profesor.
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