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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Cambio de caderas

La llegada del embajador de EE UU con su compañero es una nueva diplomacia y la constatación de que la compota de peras y manzanas de Ana Botella ya anunciaba que la señora no entendía nada

Boris Izaguirre
El Rey recibe las credenciales del nuevo embajador de EE UU, James Costos.
El Rey recibe las credenciales del nuevo embajador de EE UU, James Costos.EFE

E l martes, en el palacio de Cibeles, se inauguraba una refinada exposición sobre la piel y su relación con Hermès, la marca francesa de marroquinería. Muchos esperaban encontrarse a la alcaldesa entregando al viento sonrisas y mala peluquería, pero nadie la vio. “Es un momento poco relajado”, susurró una allegada. Seguramente porque es ahora cuando se da cuenta del fracaso, de que su electorado no cesa de manifestarse como engañado en cenas y cafés. “Nos hicieron creer que nos quedaríamos con los Juegos Olímpicos sabiendo que era casi imposible. ¿Por qué idearon esa estrategia?”, se pregunta un aristócrata muy vinculado al mundo olímpico. Pero ahora que Eurovegas huele a chamusquina, se acumulan la molestia con las preguntas: ¿cuánto costó la operación olímpica? ¿Es cierto que la delegación española duplicaba a la japonesa? “Spain is different”, acuñó Fraga cuando Botella ni soñaba con que fuera más importante saber idiomas que rezar.

Otra operación, la de cadera del Rey, nos ha permitido ver y opinar sobre la decoración de La Zarzuela. Forma parte de esa manera distinta con que los españoles asumimos todo. Mientras desde casa muchos asistíamos al degüello público del doctor Villamor, varios empezaron a opinar sobre el arreglo del salón. “Tan antiguo”, se escuchó. Pero ¿cómo se debe decorar un salón de recepción? En el ranking de palacios, Versalles y el Ermitage son insuperables. Los otros van a la zaga o a lo mejor se infectan del provincianismo de sus cortesanos. La verdad es que el magnífico tapiz de la batalla de Tesino merecería que se difundieran mejores noticias delante de él. Los premios al talento nacional o a la ciencia. O el anuncio de que el melón de la Constitución finalmente será abierto por un lado. Ante esa imagen de médicos reales traídos de una lejana república, lo que quedaría bien en ese salón es un discurso sobre el cambio de cadera que necesita el país. Un cambio o un recambio. Hablar del derecho a decidir, del deber de decidir o del temor a hacerlo. Rajoy insiste en que nada cambie porque puede ser peor. ¿Hay algo peor que el miedo a no decidirse?

Vivimos un tiempo donde afrontamos lo bueno y lo malo de decidir. Sanidad, por ejemplo, ha sucumbido al deseo de Eurovegas y ha accedido a que se pueda fumar dentro, pero donde no haya crupieres. Es decir, donde las máquinas tragaperras deciden. Esa imagen de la ludópata solitaria fumando ante una máquina probablemente no influya en la insana decisión de la ministra Mato, pero podría convertirse en el símbolo del país en el que vamos convirtiéndonos: fumadores esperando entre el azar y la necesidad.

También con mucha decisión, Jessica Bueno se ha marchado de Sevilla. La madre del primer nieto de Isabel Pantoja se muda con su niño hacia Éibar marcando distancia con Kiko Rivera, el padre de la criatura. En el mundo rosa casi no se habla de otra cosa, ninguneando que Pantoja esté en México con Juan Gabriel en la grabación de un disco que rehabilitará a la lesionada diva. Jessica ha decidido eso tan propio del corazón, “rehacer su vida” y plantearse un nuevo horizonte para ella y su hijo. También es cierto que ser nieto de la reina (de la copla) ayuda mucho a la economía doméstica. Tanto Jessica Bueno como Artur Mas y el señor Adelson (el de Eurovegas) mantienen algo en común en su lucha por la independencia: la necesidad de un marco legal favorable que les permita desarrollar su soberanía, sus negocios y, en el caso de Jessica, sus movimientos.

Algo se mueve en las embajadas. La llegada del embajador norteamericano, James Costos, entre los nuevos diplomáticos que vivieron la entrega de credenciales al Rey más exprés del actual reinado, está obligando a muchos madrileños a cambiar de planes y de modales. El embajador Costos invita el próximo lunes a un cóctel en su embajada en compañía del decorador Michael Smith, su pareja e interiorista de fama internacional, sobre todo por sus mejoras en la Casa Blanca. Medio Madrid está en un ¡ay! Las cabinas de los centros de belleza bloqueadas, las peluquerías colapsadas y todos los entrenadores personales convencidos de que la diplomática pareja les ha escogido. Hasta en la organización del Miss Venezuela están maravillados del simbolismo en la invitación: “El Embajador de Estados Unidos y el señor Michael Smith se complacen en invitar al señor Boris Izaguirre y Esposo”. Es una nueva diplomacia y la constatación de que la compota de peras y manzanas de Ana Botella ya anunciaba que la señora no entendía nada. Y así sigue. La pareja en la Embajada americana puede poner muy de moda esa casa (que algunos tildan de rancia cuando en realidad, como diría Malú, tiene mucho rollo), y al matrimonio igualitario, como adalid del nuevo anfitrión.

Otro aire de cambio es la cruzada de Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), que por sus siglas suena a Ivanhoe. Buqueras lleva 10 años empeñado en que nuestros horarios son equivocados básicamente porque somos los únicos en el mundo con ellos. Donde muchos piden detener el tiempo o regresar al pasado, Buqueras quiere cambiarlo para encontrarle razón y futuro.

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