¿Puede un edificio ayudar a curar?
En lugar de ocultar, hacer visible. Ahora que ya nadie llama manicomios a los centros psiquiátricos, el arquitecto Javier Gallardo ha querido atreverse a destacar su presencia en lugar de ocultarla. Gallardo habla de recuperar la hospitalidad encerrada en el origen de la palabra hospital. Para integrar algo, o a alguien, hay que hacerlo visible. De ahí su decisión de llevar el color rojo (en cubiertas y fachada) al nuevo centro de tratamiento psiquiátrico para jóvenes que ha levantado en Camino del Abejar, a las afueras de Zaragoza.
Este inmueble, un “módulo para el tratamiento de jóvenes con discapacidades conductuales” -rezaba el concurso-, está unido al resto de las instalaciones médicas del Centro Neuropsiquiátrico Nuestra Señora del Carmen y, sin embargo, parece aislado. Esa paradoja obedece a que la conexión entre este anexo y el hospital es subterránea. Gallardo explica que, por las características de su tratamiento y por su tipo de patología, era necesario aislar a los jóvenes del resto de los pacientes. Sin embargo, era también fundamental unir el nuevo edificio al resto de las instalaciones para facilitar el trabajo de médicos, enfermeras y personal de servicio. Para solucionar ese doble condicionante nació la idea de la conexión oculta, subterránea. El resto de este edificio fue una decisión del arquitecto destinada a potenciar la identidad del nuevo centro.
Sobre el suelo, el pabellón asume el riesgo de una elección: un único material, un concepto, un único color. La cubierta, con dientes de sierra, recuerda la imagen básica de la casa que dibujaría un niño, sin embargo, a la vez dibuja un gráfico del grado de actividad mental de los internos que allí se alojan. Así, por la altura de la cubierta se puede ubicar, e identificar, al tipo de paciente que se encuentra en cada estancia. Los cuidadores y los médicos ocupan las zonas con cubierta plana.
Este primer edificio, de 10 dormitorios individuales y 8 dobles con aseos, tiene dos salas de estar y un comedor común y está recubierto de chapa de zinc pintado de rojo tanto en la fachada como en la cubierta. Si el llamativo exterior ubica, el interior blanco, trata de serenar. Y las vistas despejadas contribuyen a ese objetivo. En una segunda fase, está previsto ampliar el nuevo edificio con un módulo para talleres ocupacionales para los mismos jóvenes con la mente en fuga. ¿De qué color y con qué forma identificarán los pacientes y los arquitectos el trabajo y la zona donde uno empieza a salir de su cabeza?
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