Presumir de virginidad

Cada año miles de niñas y adolescentes alardean de su virginidad en una ceremonia tribal que comparten los pueblos zulú, mayoritario en Sudáfrica, y suazi, que dieron nombre y origen a Suazilandia. Es la Umhlanga, el baile de las cañas o el reed dance en su nomenclatura en inglés, porque las participantes portan en sus manos unos bastones o juncos y tradicionalmente se celebran entre finales de agosto y principios de septiembre.
La ceremonia más conocida es la de Suazilandia porque tradicionalmente el rey había escogido nueva esposa en cada convocatoria pero ya hace años que ese casting dejó de tener como objetivo ampliar el harén y se mantiene como una celebración tribal. En el país vecino, en Sudáfrica, también tiene una alta participación y, además este año ha estado aparejada a la polémica.
El calendario festivo se inicia una semana antes del baile propiamente dicho, cuando las chicas salen de sus aldeas andando hacia el lugar del encuentro, estadios o explanadas enormes para dar cabida a tanta gente. El protocolo establece como requisito presentar un certificado de virginidad. Las jóvenes van vestidas de manera tradicional, muy parecidos los estilos zulú y suazi, con abalorios y collares repartidos por todo el cuerpo, llevan en principio los pechos al aire, aunque actualmente algunas se cubren con camisetas o el sujetador, y lucen plumas en la cabeza que muestran si están comprometidas o buscando pareja.
Una adolescente suazi ataviada con el vestuario tradicional dice sentirse"orgullosa" de bailar para su rey en el Reed Dance. Marta Rodríguez
La respuesta de un grupo de participantes ha sido rápida y clara. No. La aceptación de indias o blancas supondría terminar con el significado real de la ceremonia, de comunicarse con los ancestros y de la exhibición de la virginidad. Sihawu Ngubane, profesor de zulú de la Universidad de Kwazulu-Natal apoya a las jóvenes y subraya que esa multiculturalidad haría perder la identidad cultural originaria.
De hecho, en la reciente edición de 2013 la joven de origen británico, Ella Pill, lideró uno de los grupos de baile pero sin cumplir con el protocolo establecido y que las zulús deben seguir al pie de la letra. La asociación Nomkhubulwane está liderando las protestas y su portavoz, Mabo Gwala, asegura que la mayoría de las chicas se sintió “menospreciada” porque la blanca no llevaba abalorios ni los pechos al aire, no entregó su certificado de virginidad y evitó arrodillarse ante el rey. Sin embargo, el monarca, lejos de ofenderse la abrazó, un “honor” que ninguna otra participante tuvo, se queja Gwala.
Más allá de si tiene cabida la multiculturalidad en el país del arcoíris, como Nelson Mandela y Desmond Tutu acertaron a bautizar a la nueva Sudáfrica, sobrevive otra cuestión. En nombre de la tradición y del poder de la tribu se tiene que mantener una ceremonia como esta en la que la mujer –en este caso casi niña- son vistas como mero receptáculo para la reproducción.
La activista por la igualdad de género, Nomboniso Gasa, responde desde Ciudad del Cabo que la celebración no se aguanta en este sentido porque perpetúa “el marcaje de las niñas en función de su virginidad”, mientras que deja de este rito a los hombres. A su juicio, el baile “enfatiza la pureza de la mujer” mientras el gran problema social sudafricano es el abuso sexual de las mujeres. Además, sostiene que se trata de un rito suazi que los zulús adoptaron más tarde.
Tanto Sudáfrica como Suazilandia lideran los mayores porcentajes de infectados de sida y de seropositivos en el mundo. Los monarcas zulú y suazi aprovechan estas celebraciones para animar a las chicas a mantenerse castas y puras, como la única manera de estar libre del riesgo del VIH.
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