Pobreza en banda ancha
Esta entrada ha sido escrita porJordi Folgado, Director General de laFundación Vicente Ferrer.
Foto:© Lancy Dodem.
No hay duda de que la actual crisis económica es expansiva. No solo estamos ante un cambio de época; es un cambio de dimensión. Por consiguiente, debemos entender que existen valores universales comunes. Tal y como señalaba Tagore: “mientras vivamos, mientras estemos entre los humanos, cultivemos nuestra humanidad.” Precisamente para que puedan emerger dichos valores se requiere el reconocimiento y el diálogo entre las diferentes culturas. Y el diálogo requiere una sola condición: el reconocimiento mutuo. Vivimos hoy en un mundo que ya no puede dividirse en fragmentos aislados.
Probablemente no exista ninguna nación tan compleja, contradictoria y con una diversidad mayor que la India: veintidós lenguas oficiales, más de trescientas lenguas habladas y grandes grupos religiosos. Tiene 1.210 millones de habitantes, prácticamente la población total de EE.UU., Indonesia, Brasil, Pakistán, Bangladesh y Japón juntos.
El subcontinente asiático es hoy la cuarta mayor economía del mundo, pero se enfrenta a graves problemas: la pobreza, la violencia de género, el totalitarismo económico y el fundamentalismo religioso. Estos son algunos de los eternos retos que necesita resolver el país de forma inmediata. En la India hay entre 40 y 50 millones de ricos y más de 300 millones conforman una virtual clase media. Una cuarta parte de la población, sin embargo, no se ha beneficiado nunca del supuesto “milagro económico indio”.
Este es el país en el que más de la mitad de su población urbana vive en slums (colonias de infraviviendas que no reúnen requisitos mínimos de higiene y habitabilidad). El mismo en el que más de 175 millones de mujeres son analfabetas, donde el 49% son pobres y donde se produce una violación cada veinte minutos.
Según el premio Nobel Amartya Sen”: “una nueva generación de indios duchos en lo tecnológico y adinerados, educados en el aprendizaje memorístico, podría llegar a carecer de la falta de identificación con los pobres y lo diferente que fue la enorme fortaleza política de la independencia. En términos generales, las humanidades, ya no están de moda: los cables de fibra óptica comienzan a hacer acto de presencia.” De no ser contrarestada por reformas educativas agresivas, esta tendencia presagia graves peligros para el futuro de la India.
De nuevo nos encontramos ante la inconmensurable importancia de la educación. En definitiva, la cultura, la empatía, el conocimiento y los valores pueden suponer una gran diferencia a la hora de activar ciertas tendencias o socavar otras. La pobreza y la falta de oportunidades resultan decisivas para determinar el destino de cualquier vida humana. Como decía Vicente Ferrer: “estamos aquí para remediar los sufrimientos y las injusticias. Ese es el sentido de nuestras vidas, la respuesta a qué somos, por qué y para qué estamos.”
¿Es esta la India y el mundo que queremos y necesitamos?
Cuesta vislumbrar aquella India de Nehru, Tagore y Gandhi que luchaba por la justicia social. Nos enfrentamos por tanto, no sólo a una crisis económica, nos encontramos ante una crisis política, moral y social sin precedentes. Susan George lo sintetiza de la siguiente forma: “tenemos un sistema financiero que está completamente fuera de control, y ninguna autoridad en el mundo parece querer controlarlo. Hay una carrera entre las compañías multinacionales para hacerse con los recursos que quedan, ya sea energía, comida, tierra, metales y minerales preciosos.” La India no ha podido mantenerse al margen.
No parece que los gobiernos de la India hayan sabido interpretar las ideas de algunas de las mentes más brillantes de su historia, ya que hasta el 2017 invertirá aproximadamente 30.000 millones de euros en defensa. Un contrasentido más. El verdadero desarrollo de un país no debería pasar sobre la indiferencia de los más desfavorecidos.
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