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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Etíopes en Yemen, pesadilla en el país de sus antepasados

Autora invitada: Silvia Fernández (periodista, trabaja en Médicos Sin Fronteras)

El viaje de Taju

La leyenda sitúa al país de la mítica reina de Saba en un espacio geográfico que abarcaría parte de Yemen y de la actual Etiopía. Y es precisamente entre estos dos países donde tiene lugar uno de los viajes migratorios más peligrosos del mundo. Miles de etíopes arriesgan la vida para llegar a los ricos estados del Golfo en busca de trabajo. En Yemen, el país donde la arqueología y los textos religiosos sitúan a sus antepasados, les espera una pesadilla.

“¿Alguno de vosotros volverá a intentar entrar en Arabia Saudí?”. La respuesta no se hace esperar. “No”. “Nunca”. “Me tendrían que pagar millones”. Contesta un grupo de unos 20 migrantes etíopes, reunidos en un rincón de una de las celdas superpobladas –donde hay entre 150 y 200 personas– en el centro de detención para migrantes de Saná, la capital de Yemen. Son la cruz de los miles de migrantes que cada año salen del cuerno de África, la mayoría de Etiopía, buscando una vida mejor en los países de la península Arábiga, principalmente Arabia Saudí. Aquellos que no han conseguido su objetivo, que han pasado por mil calamidades y que ya solo esperan el momento devolver a casa, como Kasim.

El centro de detención, con capacidad para unas 200 personas, ha llegado a acoger a más de 700. Todas las fotografías son de Anna Surinyach/MSF

Kasim Abalolesa (22 años) salió de su pueblo en el sur de Etiopía hace 11 meses. Allí era agricultor y estaba estudiando. Casado y con tres hijos, Kasim creyó a los hombres que le dijeron que si emigraba conseguiría mucho dinero en poco tiempo y les pagó 10.000 Birrs, unos 400 euros. “Quería crecer por mi propio bien, el de mi familia y mi país”. Pero las promesas pronto se hicieron añicos. Cuando llegó a Yemen, fue capturado por traficantes que le torturaron para conseguir dinero de su familia. “Sufría tanto que llamé a mi familia y ellos me enviaron dinero. Entonces, los traficantes me dejaron en Taiz [una ciudad en el sur de Yemen] pero tenían que haberme llevado aArabia Saudí”. Kasim intentó trabajar pero apenas tenía fuerzas después de la torturaque le infringieron los traficantes así que volvió a Saná y está en el centro de detención para migrantes, donde espera ser repatriado a Etiopía. “Mi miedo ahora es que mi pueblo está a 1.900 kilómetros de Addis Abeba y no tengo dinero para ir hasta allí”.

Historias como la de Kasim se pueden escuchar en cualquier rincón del centro de detención de Saná. Hombres jóvenes, sanos que salen de Etiopía huyendo de la pobreza o con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida. La mayoría, engañados por traficantes que les prometen llevarlos a Arabia Saudí pero que les abandonan por el camino. Rutas dramáticas con largas caminatas a pie sin agua nicomida hasta alcanzar el mar que separa Yibuti y Yemen.

Y al llegar a Yemen, nuevos traficantes que intentan sacarles lo poco que les queda a ellos o a sus familias y les torturan sin piedad para conseguirlo. Después de pasar por tantas penurias, muchos consiguen llegar a la frontera que separa Yemen y Arabia Saudí y allí los soldados saudís de nuevo les reciben con violencia. Son tantos los obstáculos que muchos migrantes en un momento dado deciden volver sobre sus pasos.

Adbulkadir Idirrs espera en el centro de detención de la capital yemení el momento de ser repatriado a Etiopía.

“Conseguimos llegar a Arabia Saudí. Estábamos en un pueblo. Pero ya no teníamos agua ni comida y estábamos en el desierto, hacía mucho calor. Intentamos seguir pero toda la zona estaba llena de piedras. Ya podíamos ver una de las ciudades de Arabia Saudí pero no podíamos alcanzarla… Así que finalmente decidimos volver a Yemen”, habla Adbulkadir Idirrs (25 años). Adbulkadir dejó Etiopía hace cinco meses por problemas económicos. “Pedí un préstamo a un amigo y como no podía devolverlo decidí ir a trabajar a Arabia Saudí. Tuve que pedir otro préstamo para el viaje”.

Adbulkadir recuerda especialmente el momento en que la barca les dejó en Yemen: “Nos pegaban para que saltáramos rápido de la barca. En esa situación, los hombres iban saliendo pero las mujeres no podían. Cuando lo vi, volví para intentar ayudarlas. Ayudé a algunas pero el dueño del bote me vio, me golpeó y ya no pude ayudar a nadie más. Vi como el hombre golpeaba a una mujer que cayó al mar y murió. Entonces me di cuenta que estaba rodeado de piedras afiliadas y que no podía llegar a tierra. Volví a nadar mar adentro como pude. El dueño del bote me vio, me recogió y me dejó en un sitio seguro. Fue increíble porque estaba lanzando a la gente al agua y sin embargo, a mí me ayudó. Creo que fue algo que Dios hizo por mí”.

El pasado mes de abril, las autoridades de Yemen pusieron en marcha una campaña para liberar a cientos de migrantes que estaban en manos de traficantes y empezaron a repatriarlos a sus países de origen. Desde entonces, el número de migrantes que voluntariamente se acerca al centro de detención de Saná para poder ser repatriado ha aumentado de forma considerable.

Esperanza Leal, psicóloga de Médicos Sin Fronteras, lleva dos meses facilitando atención en salud mental a los migrantes en el centro. “Les proporcionamos un apoyo emocional, un espacio donde ellos pueden hablar, donde pueden expresar sus emociones o simplemente verbalizar su experiencia. Entre los casos que vemos están los trastornos de estrés postraumático y bastantes casos de depresión severa”, explica.


“Las personas que llegan al centro están muy traumatizadas; algunos de ellos no han comido en días o semanas”, explica Esperanza Leal, psicóloga de MSF en el centro de detención.

Las condiciones de vida en el centro de detención en Yemen son precarias; los migrantes se pasan la mayor parte del día encerrados en grandes celdas superpobladas. Sin embargo, apenas se quejan. La mayoría no tiene recursos para poder volver a su país y saben que en principio, desde el centro saldrán para el aeropuerto y podrán volar a Addis Abeba. Volver a casa.

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