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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un telepredicador compasivo

Pretende concienciar a los paquistaníes para que no dejen en vertederos a los hijos no deseados

MARCOS BALFAGÓN

¿Aberrante lucha por la audiencia o gesto de amor? Esa es la duda que suscita en muchos paquistaníes un programa de televisión que ha decidido repartir bebés abandonados. Lo dirige Aamir Liaquat Hussain, un carismático presentador y estrella televisiva, que tiene su mérito: ha conseguido que un espacio religioso se convierta en un éxito de pantalla, para lo cual entrevista, cocina, dirige debates infantiles o concursos sobre el Corán con premios.

Pero ahora en Ramadán, mes sagrado de los musulmanes, Liaquat ha echado el resto. Además de estar siete horas al día en pantalla, ha sorprendido a la audiencia con la entrega de dos bebés (el tercero está anunciado para los próximos días) a sendas parejas sin hijos. La puesta en escena, donde no faltaba la cunita, conmovió tanto al público que varios invitados no pudieron contener las lágrimas. Otros muchos no pudieron contener su perplejidad, al ver cómo el presentador, después de repartir móviles y electrodomésticos, entregaba a una criaturita vestida de rojo.

Pasado el impacto inicial llegan las explicaciones. Detrás de la iniciativa está una ONG que recoge niños abandonados (una docena al mes). Y lo que pretenden es concienciar a los paquistaníes para que no dejen en vertederos a los hijos no deseados, sino que recurran a los grupos de apoyo a la infancia. Las parejas que recibieron los dos bebés habían sido investigadas por la organización. Pero en Pakistán la adopción no está reconocida, y ahora deberán solicitar la custodia en un juzgado de familia. Los expertos cuestionan la legalidad de la operación.

Liaquat, que fue en su día diputado e incluso ministro de Religión, está encantado con la polémica y consigo mismo. En su página web se define como “una leyenda de la era moderna”, intelectual y orador “de voz melodiosa”, compasivo y erudito en religión, preocupado por la reconciliación entre chiíes y suníes.

Otras versiones menos condescendientes recuerdan sus ataques a Salman Rushdie, su invención de títulos académicos y sus palabrotas y comentarios sobre violaciones, poco píos, grabados subrepticiamente en un descanso del programa. Pero eso es pasado. En el presente reinan la virtud y el rating. Es más, la cadena estudia prorrogar el programa más allá del Ramadán.

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