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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un wéstern de sentimientos

Tanto desparrame sentimental en el Barça tiene un culpable: Mourinho

MARCOS BALFAGÓN

Mientras una parte de la afición futbolística suspiraba por saber cuánto ha costado Neymar, cuántas comisiones se han pagado y a quién, la intelligentsia barcelonista hizo una finta vanguardista y parió un serial que funciona como absorbente distracción. Veamos, si no: Pep Guardiola, estandarte del barcelonismo aunque ahora entrene al Bayern Munich del presunto evasor Uli Hoeness, montó en cólera y acusó al presidente del Barsa, Sandro Rosell, de acoso (“me fui a 6.000 kilómetros y no me dejan en paz”) para, a continuación, ponerse emotivo con su sucesor, Tito Vilanova (“han utilizado la enfermedad de Tito para atacarme”); Rosell, muy en el papel de galán con seny, respondió: “Pep se equivoca”; y entonces terció Tito, dijo aquello de que “yo estaba en Nueva York, solo y enfermo, Pep era mi amigo, lo necesitaba, y solo vino a visitarme una vez”. La platea rompió en llanto, porque hay que ser muy canalla para no conmoverse ante los corazones rotos, y automáticamente se cantonalizó en titistas, guardiolistas y rossellones. Facciones a las que, como poco, hay que sumar las ya veteranas de nuñistas, cruyffistas y laporteños.

Tanto desparrame sentimental, tanta emotividad a flor de piel, tienen un culpable. Es Mourinho. Su vergonzosa huida hacia la Premier League, donde puede zaherir a sabiendas de que nadie le toma en serio, deja la Liga española con un déficit de perversidad que incita a la ternura sin control. Hay que ponerse en lo peor. Esta primera temporada sin el encizañador puede convertirse en un ejercicio empalagoso, orquestado por un Ancelotti que subasta optimismo y un Tito en depresión sentimental por las puñaladas de Pep. El discurso de Mourinho galvanizaba la reacción interna ante el enemigo exterior, en Madrid y en Barcelona. Sin él, el fútbol será una tribu fragmentada y dispersa.

Fue José Luis Garci quien inventó el término wéstern de sentimientos para describir las indescriptibles producciones en almíbar de su última época. El Barcelona lo ha inoculado al fútbol. Pronto asistiremos a torrentes de sentimientos traicionados en el Atlético de Madrid, Valencia o Sevilla y lágrimas contenidas en Sergio Ramos o Simeone. El serial es el futuro del fútbol.

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