Irán, una elección marcada
El aspirante más cualificado parece el negociador nuclear Saeed Jalili, un siseñor del oscuro líder supremo
El régimen teocrático iraní, donde el ayatolá Alí Jamenei tiene la última palabra en todo lo que importa, no está dispuesto a arriesgar en la elección presidencial del 14 de junio. Están muy presentes los gravísimos disturbios de 2009, cuando los anteriores comicios fueron manipulados en beneficio de Mahmud Ahmadineyad, ahora al final de su segundo y último mandato. En consecuencia, el comité sacerdotal que admite o veta candidatos, un organismo obediente a Jamenei, ha excluido de la contienda al expresidente Rafsanyani, un conservador que alentó el opositor Movimiento Verde, aplastado en las calles en 2009, y cuyos tímidos intentos liberalizadores durante los años noventa y su aproximación a Occidente son anatema para los custodios de la pureza del régimen islámico. Para maquillar su dictado, el Consejo de los Guardianes ha rechazado también al protegido del presidente saliente, Esfandiar Mashaei. Hace ya tiempo que Ahmadineyad perdió el favor de Jamenei. En la carrera han quedado ocho candidatos, afectos a ultranza la gran mayoría o simplemente inofensivos. El más cualificado aspirante parece el negociador nuclear Saeed Jalili, un siseñor del oscuro líder supremo.
En Irán no deja de crecer el descontento popular, alimentado por los efectos de las severas sanciones internacionales y la manifiesta incompetencia del Gobierno de Ahmadineyad, que agrava la ya penosa situación económica. Muy pronto se verá si el veto a Rafsanyani, que deja sin candidato a quienes quieren un cambio, es una decisión acertada en este contexto. Su exclusión asegura a los integristas un leal sin fisuras en la jefatura (nominal) del Estado, pero acentúa el acusado descreimiento de los iraníes hacia su sistema político, en un momento en que el régimen afronta envites tan cruciales como la culminación de su desafío nuclear a Occidente o el progresivo desmoronamiento de su fiel aliado sirio.
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