La fuerza que te acompaña

2012, sin cita en los cines más allá que la reedición en tres dimensiones de la primera trilogía, trajo novedades en forma de videojuego: The Old Republic, una aventura online que mezcla algunos componentes de los clásicos de rol y estrategia y grandes dosis de acción. A todo ello se suman los Angry Birds, que para felicidad de muchos niños, han decidido disfrazarse, entre otros, de Hans Solo y princesa Leia. Las buenas noticias han llegado este mes: El presidente de Walt Disney Studios, Alan Horn, ha confirmado que la compañía estrenará una película al año entre 2015 y el 2019 alternando los films de la nueva trilogía y los dos spin-off centrados en personajes de la saga.

Cuando George Lucas disparó su imaginación hacia los límites de la fuerza y empezó a crear en su mente la saga de ‘La guerra de las galaxias’ probablemente pretendiera inventar un mundo propio. El reto de los grandes creadores, desde Homero hasta nuestros días, ha sido perfilar ese territorio íntimo con vocación  universal en el que se debaten las pasiones, los sueños, las leyes, el sentido de todo.

Pero de lo que quizás no fuera consciente es que más allá de un entretenimiento –grave error quien crea que esta saga se reduce a sólo eso- también había contribuido a crear una moral. Puede que una cosa implique la otra indefectiblemente. Pero la eficacia es lo que diferencia la validez de unos casos sobre los otros. Homero, entre la Odisea y la Iliada, los plasmó. Pero no sólo se ha conseguido eso en la literatura entre Troya, La Mancha quijotesca y el Macondo de García Márquez.

Entre los ejemplos que más me fascinan por su ambición se encuentra el caso de Richard Wagner, que ideó y persiguió todo esto en la música con su tetralogía de ‘El anillo del Nibelungo’, plagiada descaradamente después por Tolkien –y que me perdonen sus frikies- para ‘El señor de los anillos’.

En todos estos casos bulle por debajo un ideal y también una moral. La lucha con todos sus matices propios del bien contra el mal, en mayor o menor intensidad, queda presente en cada una de las historias citadas.

Como en la Biblia. Necesitamos tener fe. Aunque no únicamente en lo intangible de la vida eterna. Fe en el ser humano y sus dotes para la divinidad interior. Cuando llegamos a la conclusión de que creemos en ficciones que ayudan a instruirnos y dotarnos de valores hay que elegir cuales son los más eficaces para servir a nuestros propósitos. Uno es ateo y por tanto profundamente creyente. Menos en Dios, en todo lo demás: en la vida, en el hombre, en los ideales, en un mundo mejor, posible únicamente en la Tierra. Al ser padre se me planteó un curioso dilema moral. Ya que no estaba dispuesto a mostrar los valores más decisivos e importantes a mis hijas por medio de un relato tan sumamente violento y cruel como la Biblia necesitaba otros referentes que les hicieran distinguir dilemas morales y sobre todo diferenciar el bien del mal.

Créanme: Entre todo lo enseñado, que fue y es mucho, ‘La guerra de las galaxias’ cumplió su función de manera decisiva. Y a juzgar por el resultado en nobleza, en principios, en ideales, en responsabilidad, mis hijas, hoy adolescentes, han forjado un carácter y un poso humanista –con la más que decisiva contribución del Colegio Estudio y los valores de la Institución Libre de Enseñanza- mucho más fiable que los de uno, formado en colegios religiosos, permanentemente acojonado por las llamas del infierno.

Entre las enseñanzas de Yoda, la pureza de Luke Skywalker, la lealtad mercenaria de Han Solo y el drama oscuro de Anakin-Darth Vader, entre los conflictos, la sabiduría, los claroscuros, la inigualable y desatada potencia imaginativa que prendió en la cabeza de Lucas para Star Wars, llevo en la vida conmigo de la mano dos auténticas damas Jedi.

PD. Para padres de adolescentes en el difícil entuerto de aconsejarles qué estudiar.

Pongamos que eres un padre Jedi y escuchas al ministro Wert lo siguiente. Que a la hora de guiar a los jóvenes en el decisivo dilema de inclinarse ante una cerrera u otra elijan lo que tiene más salidas. Esto no pasaría de ser una gilipollez si no fuera, a juicio de un padre Jedi, un escándalo. La única salida que tiene un chaval de 15, 16, 17 años es intentar cumplir su sueño y buscar lo que le conduzca a la felicidad. Si no se decide por eso ahora, lo lamentará durante toda su vida. Un ejemplo: Si un chaval quiere ser periodista o actor pero su padre, convencido por la irresponsable idiotez del ministro, le aconseja que se meta en Económicas o Derecho porque tiene más salidas, estará creando una persona que va de cabeza hacia la frustración. Que la fuerza os acompañe, jóvenes, en tan sesuda decisión.