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Columna
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Pingüinos

Entre los seres vivos hay más estrategias de supervivencia basadas en la solidaridad que en la depredación

Rosa Montero

Los humanos somos tan elementales como cobayas. Siria lleva largo tiempo chapoteando en un lago de sangre, pero sus muchos muertos nos la refanfinflan. Las pobres víctimas de Boston, en cambio, nos han impactado, y hemos seguido la feroz caza del sospechoso con vengativo interés. Es injusto, desde luego, pero es lógico, porque pertenecemos a la misma tribu que los bostonianos y sus bombas pueden ser mañana nuestras bombas. En cualquier caso, ni las piernas mutiladas en la maratón ni la persecución implacable del checheno animan a pensar en la bondad humana. Son sucesos que fomentan el desconsuelo y reafirman el cuento de que el hombre es un lobo para el hombre. Así que tal vez sea el momento de decir que, en efecto, somos como lobos, y menos mal, porque son animales que cuidan amorosamente de sus crías, de sus viejos, de sus enfermos. O sea: lo que impera entre nosotros, pese a las apariencias, es el espíritu de cooperación; por eso hemos podido construir sociedades, leyes, civilizaciones. Justamente porque no estamos hechos para el Mal es por lo que nos horroriza tanto. Confundidos por nuestro propio susto, llegamos a creer que la Naturaleza es siempre cruel, cuando no es cierto: entre los seres vivos hay más estrategias de supervivencia basadas en la solidaridad que en la depredación. Recuerden lo de los pingüinitos de la Antártida; cuando salen del huevo, los pollos, que apenas son una bola de pelusas con media neurona (su estupidez es famosa), se quedan solos y a la intemperie mientras sus padres pescan. La temperatura, -70 grados, los congelaría en un minuto. Pero los pingüinitos, que son miles, se juntan instintivamente en apretados grupos para darse calor, y permanecen rotando todo el tiempo para que las crías del perímetro exterior solo estén expuestas al frío unos segundos. Así que ánimo, calma, entereza. Porque, por muy desastrosos que seamos los humanos, no seremos mucho peores que un pingüino

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