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Tribuna
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En defensa de Alemania

Decir que Berlín impone sus intereses y ‘explota’ al sur de Europa es equivocado

Miguel Otero Iglesias

En las últimas semanas se han vertido ríos de tinta criticando la actuación del Gobierno alemán en el rescate de Chipre. El sentir mayoritario, reflejado en varios artículos de opinión en este diario, es que Alemania está imponiendo sus intereses nacionales por encima de los de sus socios en el euro. Algunos llegan incluso a decir que Alemania está explotando el sur de Europa y que lo mejor es abandonar el euro y volver a la peseta. Esta es una interpretación equivocada de la realidad. La postura defendida por el Gobierno alemán es perfectamente legítima y, en general, positiva para la resolución de la crisis y la sostenibilidad futura de la unión monetaria.

Primero hay que aclarar las posiciones en el rescate de Chipre. La posición del Gobierno alemán ha sido desde el inicio que antes que los contribuyentes de Chipre y del resto de la zona euro paguen por los estragos ocasionados por la banca chipriota, deben ser los acreedores, incluidos los depositantes, los que corran con los gastos. Esta es una línea de negociación de carácter progresista que han demandado tanto la socialdemocracia como los Verdes. En Alemania hay un claro consenso: no es justo que el contribuyente europeo financie el lavado de dinero de los oligarcas rusos. Si hay que recortar el Estado de bienestar en Chipre es imperativo que el sector privado pague por sus errores.

Cuando se llegó a las negociaciones, Alemania, y los otros socios acreedores insistieron en este argumento, aunque le dejaron al presidente chipriota, Nikos Anastasiadis, decidir la distribución de los costes. Es decir, si aplicaba o no el impuesto (o la quita) a los depósitos de menos de 100.000 euros. Dejar esa decisión en sus manos quizás haya sido un error. Si hubieran estado los estadounidenses en la sala habrían impuesto su versión. Pero, pese a lo que se cree, los líderes alemanes no tienen ese instinto de imposición propio de los diplomáticos de potencias hegemónicas, y por eso dejaron al presidente chipriota incluir a los pequeños ahorradores en la quita. Al fin y al cabo, esa es su decisión soberana. La pregunta es: ¿por qué tomó Anastasiadis ese camino? ¿Por el bien del ciudadano común chipriota? Cuesta creerlo. Más bien parece que quería salvar a los oligarcas rusos y así preservar el estatus de paraíso fiscal de Chipre. Ahora sabemos que la jugada le ha salido mal, y al final Chipre va a tener que cambiar de modelo de negocio, lo que es una evolución positiva.

En Alemania hay consenso: no es justo
que el contribuyente
europeo financie el lavado de dinero
de los oligarcas rusos

Naturalmente los críticos con Alemania seguirán diciendo: Berlín es muy eficaz en acabar con modelos productivos insostenibles, pero no propone ninguna alternativa. “No todos podemos ser Alemania y ser una potencia exportadora. Si todos somos exportadores nadie va a consumir”. Esta argumentación es cuestionable. ¿Qué alternativa ofrecemos realmente desde la periferia? Las voces críticas con Berlín parece que quieren volver a 2007. O sea, al “nosotros consumimos e importamos, Alemania produce, nos da crédito y exporta, y de cada 5 o 10 años Berlín y Fráncfort nos condonan parte de nuestra deuda para que podamos volver a consumir”. Es totalmente lógico que el pueblo alemán rechace esta solución y vea una mayor competitividad en el sur como una solución mucho más duradera.

La alternativa real sería crear una unión fiscal. Es decir, que el rico núcleo de la Unión apoye a la periferia a través de transferencias fiscales solidarias para que siga con su desarrollo, como ocurre en la mayoría de los países. Para una mente alemana, esta propuesta tiene mucho sentido, pero para llegar ahí hay que asegurarse de que el centro de la Unión pueda controlar la recaudación y la utilización de impuestos en toda la zona euro. Incluso en la periferia. Y ahí está la pregunta: ¿están los líderes de Italia y de España, y sus poblaciones, preparados para aceptar inspectores de Hacienda finlandeses u holandeses, incluso más efectivos que los alemanes? Este es el debate que hay que tener. Lo que está claro es que hasta que no haya una respuesta afirmativa, el núcleo de la Unión no va a aceptar la mutualización de las deudas ni de los riesgos a través de una unión bancaria o una unión fiscal.

Finalmente, la idea últimamente muy extendida en España de que Alemania se está haciendo cada vez más poderosa, porque Francia es débil y no funge de contrapeso, es otra interpretación errónea. Francia no contesta las soluciones propuestas por Alemania porque, en su mayoría, está de acuerdo con ellas. París está en una posición cómoda. Como país acreedor quiere que los países deudores paguen lo que deben, aunque le deja la responsabilidad (y todas las críticas) a Alemania. Como país con una visión estratégica, también sabe que la periferia se tiene que hacer más competitiva en un mundo menos europeo y más globalizado. Y, por último, como país clave en la unión monetaria, entiende que el único camino es una mayor integración con Alemania, aunque eso solo vendrá cuando no quede otro remedio, y por ahora París se siente todavía lo suficientemente fuerte para posponer ese debate. Una pena, porque eso es lo que Europa necesita en estos momentos.

Miguel Otero Iglesias es profesor titular de Gobernanza Monetaria en la ESSCA School of Management de París e investigador de la London School of Economics.

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