Afloran más clásicos españoles
A sus 82 años, el diseñador industrial Lluís Porqueras puede sacar conclusiones. Y ofrece una que es toda una declaración de principios. También una magnífica evaluación vital: “Siempre he hecho el diseño que querría para mí”. Quién pudiera decir lo mismo.
Porqueras asegura que ha sido un diseñador libre pero un mal empresario. En 1979, fundó la empresa Vapor para producir esas lámparas propias y las de otros. Pero su propia exigencia por simplificar y reducir hasta la mínima presencia el proceso industrial terminó por costarle cara. Fue una decisión cara, pero duradera: esa obsesión por la resta puede verse en la lámpara Funículi que su antiguo colaborador –hoy director creativo de la empresa Marset- ha rescatado 33 años después de que Porqueras la diseñara en 1979, el año en que fundó su empresa.
“La idea es sencilla. Partí de la típica lámpara de brazo flexible con la que todos habíamos estudiado y decidí liberar la pantalla, darle más prestaciones y movilidad. Coloqué una pantalla redondeada sobre una tija curvada y le añadí una pinza para poder tener también movimiento de ascenso y descenso (como un funicular)”, explica. De ese movimiento salió el nombre de la luminaria: Funículi.
Además de resumir su secreto como diseñador con una sola palabra –resta-, Porqueras sabe también explicar el secreto de la iluminación cómoda, capaz de dar bienestar y serenidad empleando únicamente dos: penumbra y contraste (con alguna luz puntual). La lucidez de este diseñador ilerdense ha convertido su lámpara en un clásico, una pieza que, como diría otro clásico del diseño español, Miguel Milá, “acompaña, pero no molesta”. Enhorabuena al señor Porqueras y también a la empresa Marset, por el ejercicio de humildad y memoria que supone reconocer, con un rescate, una gran pieza de futuro
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