Mantener la Esperanza
Esta entrada ha sido escrita por Inés Rigal Riopérez (@Ines_Rigal).
Cuando pisé Albania por primera vez en agosto de 2010 ninguno de los voluntarios que llegábamos nuevos al Proyecto Esperanza sabíamos qué nos íbamos a encontrar. Sólo nos fiamos de lo que nos contaron, y tras un día de viaje -dos aviones y una carretera mediante- llegamos al campamento en la playa de Vellipoje, al norte del país.
Llegar al campamento de noche y moverte desorientado entre los pinos es una experiencia, pero ver la llegada de los ‘chavales’ a la mañana siguiente es otro mundo. Los autocares van llegando de las casas-familia del proyecto, del Instituto psiquiátrico estatal o de las casas de la Madre Teresa y se bajan personas como nunca antes habíamos conocido. Cogemos sus pertenencias, que en el caso de los del ‘Instituto’ son bolsas de basura con cuatro cosas, por ir sintiendo que hacemos algo.
La diferencia de idioma, nuestra torpeza y sus limitaciones físicas y psíquicas son barreras que desaparecen rápido. “Estos van a ser vuestros niños, dormís en esta tienda, trajes de baño y a la playa”. Y así, como si fuera magia, se produce el milagro. En dos días conoces casi todos los nombres, sabes que a una hay que vigilarla porque se rasga la ropa a la velocidad de la luz, que a la otra no le puedes hacer reír demasiado que se hace pis encima, que el que físicamente parece más amenazante te va a ayudar a tender la ropa con un mimo y una eficiencia admirables o que con una es imposible llegar a la toalla después del baño sin que previamente se reboce en la arena. Y así, cientos de historias cada día.
El alma del proyecto fue y sigue siendo Silvana Vignali, una trabajadora social italiana que visitó Albania en 1994 y en vez de empezar a disfrutar de su jubilación decidió hacer algo por esas vidas abandonadas. Puso en pie siete casas-familia, hogares en que convivir asistidos por trabajadores sociales; un centro de terapia ocupacional; otro de trabajo con madera y uno textil. En un país en el que ser mujer y no hablar albanés son enormes impedimentos, Silvana superó todas las barreras. "Tuve problemas con la percepción de la gente hacia el proyecto, porque las discapacidades se veían como una 'maldición' que viene del cielo", me explicó la última vez que hablé con ella.
En febrero de 2012, Silvana falleció y esto sumado a la crisis económica, las ayudas que no llegan y las falsas promesas del Estado albanés han arrinconado al Proyecto en una situación crítica. Los centros de día han tenido que cerrar, sobre tres de las casas-familia pesa una hipoteca que no pueden afrontar y lo más probable es que el campamento no pueda celebrarse por primera vez.
Queremos salvar el poryecto Esperanza. De modo que si hay alguien ahí que quiere sumarse a lo pequeño como dice la canción para así seguir avanzando en esta grandeza puede:
- Proponernos soluciones prácticas a esta situación que afrontamos.
- Facilitarnos los contactos del área de Responsabilidad Social de alguna empresa.
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