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El imperio Swatch se rinde al lujo

Nicolas Hayek convenció al mundo del valor de coleccionar relojes de plástico Su fortuna se extiende a la segunda generación Su hijo Nick ha reforzado su valor adquiriendo la joyería Harry Winston, aunque él prefiere el cine

Luis Doncel
Nicolas Hayek (izquierda), fundador de Swatch, falleció en 2010. Aquí, junto a su hijo Nick, durante una conferencia en 2007.
Nicolas Hayek (izquierda), fundador de Swatch, falleció en 2010. Aquí, junto a su hijo Nick, durante una conferencia en 2007.Arnd Wiegmann (Cordon Press)

Cuando Nick Hayek heredó de su padre las riendas de Swatch, muchos dudaron de su capacidad para sacar adelante el grupo relojero más grande del mundo. Con la muerte del patriarca en 2010, los que cuestionaban las capacidades del sucesor, que solo había trabajado en la empresa de papá, redoblaron las críticas. Pero los números no han dado la razón a los aguafiestas. Las ventas han crecido sin parar. La compra hace tres semanas del grupo joyero Harry Winston apuntala la fortaleza del gigante suizo. “Nick ha ganado mucha credibilidad. Pero, como decimos en Suiza, un pudin solo se prueba comiendo: cuando la situación económica cambie en Asia veremos si tiene el mismo talento que su padre”, asegura el periodista Jürg Wegelin, autor del libro Mister Swatch, Nicolas Hayek y el secreto de su éxito. Pero por mucho que suban las ventas, hay algo en lo que Nick nunca podrá ganar a su predecesor. Nicolas Hayek, el fundador de la dinastía, fue un maestro del marketing y la comunicación. Aterrizó en una industria en declive, amenazada en los años ochenta del siglo pasado por la supremacía japonesa, y logró ofrecer objetos apetecibles por su diseño, precio y precisión. De repente, a los compradores les parecía una buena idea tener más de un Swatch. Vendía objetos pop que el cliente pudiera elegir en función de cómo fuera vestido, de sus planes para el día o incluso de su estado de ánimo. ¿El resultado? Tres décadas más tarde de reinventar el sector, Hayek estaba entre las 300 mayores fortunas del mundo.

El heredero del imperio, de 58 años, no es amigo de excentricidades. Nada de dejarse fotografiar con varios relojes en cada muñeca como hacía su padre. Como mucho, un posado algo forzado en Nueva York junto a Bill Gates, presidente de Microsoft, y la actriz Mischa Barton para mostrar un nuevo modelo al mundo.

Mientras el padre regalaba titulares con sus ataques a los banqueros “cretinos y deshonestos”, su alianza con el político populista Christoph Blocher o sus críticas al Banco Central de Suiza por perjudicar al sector exportador, el hijo solo ha sorprendido con lamentos por el escaso tiempo libre que los negocios le dejan para lo que de verdad le gusta: escribir guiones de cortometrajes y documentales. Las veleidades artísticas de Hayek júnior, que antes de entrar en la empresa familiar había fundado una productora de cine, le llevaron a crear en 2010 el Swatch Peace Art Hotel, un lugar en Shanghái en el que los jóvenes artistas pudieran desarrollar su obra.

Incluir la palabra “Swiss” en sus relojes fue uno de los hallazgos del Hayek que había nacido en Beirut en 1928. Hasta tal punto quiso mostrarse a sí mismo como un emprendedor típicamente suizo, que la compañía emprendió acciones legales contra Jürg Wegelin para que en su libro no se le denominara inmigrante.

Cuando varíe la situación en Asia veremos si tiene igual talento empresarial que su padre

“Quería que la gente olvidara que había nacido en Líbano, por eso no le gustó que investigara sus orígenes. También le enfadó que yo publicara que él no había sido el diseñador de los relojes que le hicieron rico”, explica Wegelin. Junto a este control estricto a todo lo que se publicara sobre él o sobre su empresa, Hayek mostró un excelente olfato para los negocios. No se fiaba de los bancos y prefería no pedirles dinero. Sabía que desconocían su sector y que habrían interferido en su estrategia si hubieran podido.

El multimillonario no se centró solo en los relojes. También se interesó por el transporte de alta tecnología. En 1979 lanzó, junto con Mercedes, un coche barato ultracompacto para dos personas con un motor híbrido eléctrico y de combustión. El invento se llamó Smart y entonces fue un absoluto fracaso.

“Los diamantes siguen siendo los mejores amigos de una mujer”, dijo la presidenta e hija menor del fundador, Nayla Hayek, tras anunciar la compra de Harry Winston. La adquisición de la marca de joyas que lucían Marilyn Monroe y otras estrellas de Hollywood pretende borrar la mancha que dejó la fracasada alianza con Tiffany.

La marca de joyas que Audrey Hepburn inmortalizó comiendo un cruasán a la puerta de su tienda en la Quinta Avenida neoyorquina firmó en 2007 una alianza con Swatch, prevista en principio para 20 años. El contrato establecía que la empresa estadounidense distribuiría los productos de la suiza desde sus establecimientos. Pero ninguna de las dos partes quedó satisfecha. En 2011, Swatch rompió el acuerdo y reclamó a Tiffany 3.000 millones de euros por sus “esfuerzos sistemáticos para bloquear y retrasar el desarrollo de sus negocios”. El grupo joyero respondió a los pocos meses con otra demanda, en la que acusaba a Swatch de no haber cumplido lo pactado.

Ahora es el turno de la segunda generación. Nick Hayek se quedó desconcertado cuando en 2000 el consejo le sugirió la posibilidad de convertirse en el nuevo consejero delegado, según cuenta Wegelin. “Fue un paso demasiado rápido para él. No se sentía preparado para esa responsabilidad. Sugirió esperar y que su padre continuara unos años. Esta anécdota muestra el gran respeto que sentía hacia él. Por eso después de su muerte ha seguido dirigiendo la compañía de la misma forma en la que él cree que lo habría hecho el fundador y no exige la misma autoridad en público”, continúa el periodista suizo.

Al hijo le toca pilotar la nave en medio de la tormenta que sobrevuela Europa y el enfriamiento de la economía china, uno de los principales mercados de la empresa. Su reto es volver a batir récords de ventas, algo que ya logró en 2011 y 2012. Para lograrlo podrá recordar la frase que una vez pronunció su padre: “Nada es imposible, excepto evitar la muerte… y los impuestos”.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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