Los turistas salvaron a los leones
Según la fundación LionAid, el número de estos grandes felinos en todo el continente podría rondar los 15.000 ejemplares, cuando hace 30 años esa cifra superaba los 200.000. El asunto es especialmente dramático, siempre según LionAid, en el oeste y centro del continente, donde prácticamente ya han desaparecido.
Pero pocos medios hicieron hincapié en una de las conclusiones del estudio de LionAid: los únicos países donde la población de leones se mantiene son aquellos, como Zambia, que han llegado a la conclusión de que un león vivo vale más que uno muerto. “El turismo que atraen estos animales reporta a los países alrededor de dos millones de euros", aseguraba Pieter Kat, director de LionAid.
El turismo es una especia de Atila que si se desboca, arrasa con las culturas locales. Pero siempre he defendido que bien gestionado es la única fuente de ingresos para decenas de regiones de países en vía de desarrollo. Y sobre todo, es la única posibilidad de salvación para las escasas regiones salvajes que quedan en el planeta.
Los espacios naturales salvajes, como las grandes reserva de África, solo serán viables si la conservación del recurso genera más beneficio a la población local que su destrucción. Solo si sus pobladores entienden que conservando al león, al elefante o a los leopardos van a ganar más dinero que cazándolos furtivamente. Y lo mismo pasa con parques nacionales de cualquier otro lugar del mundo.
El turismo de masas es dañino. Lo reconozco. Y su capacidad destructora de culturas y territorios es muy alta si no se le controla. Pero mientras no se demuestre lo contrario, debidamente gestionado es la única forma de que esos espacios naturales y esa fauna salvaje genere unos beneficios que justifiquen su conservación. Y por muy dañino que sea, siempre lo será menos que las explotaciones petrolíferas, la tala de selva, la caza deportiva de elefantes o leones o simplemente, el abandono y el mirar hacia otro lado.
En este sentido es muy aleccionador el planteamiento económico que hace el propio Pieter Kat en el blog que escribe en la web de LionAid. Estas son su cuentas:
Por matar un león en una cacería deportiva, un rico del primer mundo paga entre 40.000 y 120.000 dólares por un safari de 21 días. Pero una vez que acaba, el león está muerto y además, la mayor parte de los beneficios se los lleva la empresa organizadora del safari. Los ingresos por turismo de Kenia son de mil millones de dólares anuales. Supongamos siendo muy prudentes –razona Pieter Kat- que la mitad de esos ingresos son de turistas que vienen a ver animales (leones, sobre todo) a sus parques nacionales (los otros 500 los gastarían los que solo buscan playas). Como Kenia tiene censados 1.400 leones una simple división nos lleva a que cada león genera al año 357.142 dólares de beneficios al país: mucho más que muerto. Como además un león vive, como poco, diez años, a lo largo de su vida cada felino ha aportado 3,5 millones de dólares al PIB keniano. No está mal para no tener estudios, ¿eh?
El turismo puede salvar a los leones. Y a los elefantes y a los tiburones y a otras muchas especies salvajes… Siempre –también lo reconozco- en un mundo feliz y utópico en el que la corrupción y la mala gestión no existiera y en el que esos beneficios acabaran de verdad en manos de la población local y de las entidades protectoras del medio ambiente del país y no en la de intermediarios y políticos corruptos. Que no siempre es el caso.
¿Qué crees que es mejor para la conservación de la fauna salvaje? ¿La creación de santuarios cerrados para que vivan como han vivido siempre sin injerencias humanas? ¿su gestión racional para que se puedan usar de manera sostenible generando beneficios? ¿O una mezcla de los dos, como en las reservas marinas españolas?
Serengueti (Tanzania). Mi recomendación nº 1. Serengueti es el paraíso de los leones, que viven en sus territorios esperando a que pase la gran migración anual de cebras y ñus. Verlos acostados sobre los grandes domos de granito que afloran en la sabana, como el de la foto de arriba, es una experiencia que justifica en sí el viaje.
Maasai Mara (Kenia). La gran sabana keniata es la patria de los masais y de los leones; y no se entenderían los unos sin los otros. Forma una unidad geográfica con el Serengueti; se calcula que entre los dos albergan 3.673 leones.
Kruger (Sudáfrica). Cuenta con 2.500 leones y al ser un parque pequeño y con zonas de reserva privada casi están garantizados los encuentros.
Etosha (Namibia). Uno de los mejores sitios para ver leones cazando, sobre todo en temporada seca.
South Luangwa (Zambia). Tiene un buen número de leones para su reducido tamaño, y hay pocos turistas. Fueron pioneros en ofrecer safaris a pie y nocturnos para ver leones cazando.
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