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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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¡Qué burrada!

El Rey ha viajado por el mundo intentando reflotar la marca España, pero fueron la Reina y el burro que amadrinó los que, por fin, consiguieron visualizarla

Boris Izaguirre
La Reina, posando el pasado septiembre con un burro en un centro de adopción de animales abandonados de Madrid.
La Reina, posando el pasado septiembre con un burro en un centro de adopción de animales abandonados de Madrid. CASA DEL REY

Al final, la felicitación navideña de los Reyes ha sido un aburrido paisaje. Durante la semana se especuló, con intención rayana en la grosería, con que la Reina propondría un retrato suyo con un burro que amadrina. Toda una burrada. Llegamos a pensar que con esta imagen la Reina volvería a enternecernos, esta vez en plan Platero y yo. Un bello mensaje de paz, lleno de amor animal. Así, abrazada a un cuadrúpedo, no parece echar de menos a nadie.

En un año horribilis, Sofía prefiere evitar el riesgo de que un bípedo o bípeda le eche la zancadilla. Los amantes de los animales aseguran que una buena mascota es la mejor compañía. Receptivos y fieles, los animales parecen traer consigo beneficios para la salud de su amo. Tanto es así que en ocasiones se convierten en el rey de la casa, y casi toda la familia lo celebra y lo quiere. Aunque no sea el christmas oficial, es importante ver a la Reina con su burro. Porque demuestra lo mucho que sabe ella de imágenes y cómo enviarnos un mensaje. Abrazada al burro, nos haría olvidar los elefantes de este 2012. También difuminar su compleja complicidad en la entrada y salida de su yerno Urdangarin de la foto familiar, pero sobre todo potenciaría la idea de la marca España con muchísima más eficacia que lo conseguido por su marido, el Rey. Nuestro Monarca ha viajado por todo el mundo intentando reflotar una idea cabizbaja, pero sería la Reina junto a su burro la que conseguiría, por fin, visualizarla.

Hay 44 millones de burros en el mundo. Una población similar a la española sin contar a los señores diputados, que tienen nada de burros y poco de ciudadanos de a pie, porque muy raramente se bajan del carro de clase preferente o club. Han decidido esta semana, y además por unanimidad: siempre que viajen al extranjero por motivos de trabajo lo harán en preferente, tanto en tren como en avión. ¡Olé, porque ellos lo valen!

En la página web del Congreso se especifica que solo en aquellos casos en que la aerolínea no disponga de clase preferente nuestros diputados viajeros regresarán a la realidad turista. Un pequeño guiño solidario con las low cost y esos destinos difíciles como Glasgow. Esa sería la única ocasión en que nuestros diputados se asemejarían a la duquesa de Alba, que cuando viajó allí para acudir a una cena con el príncipe Carlos se encontró en plena low cost y preguntó con toda naturalidad: “¿Dónde está la clase preferente?”. Cuando se le explicó que no había, se quedó callada hasta hoy. Ese es el origen de su actual silencio: saber que habrá un futuro sin clase preferente.

Puede entenderse que Almodóvar sea complicado de asimilar como ejemplo de la marca España. Quizá resulten más asimilables los protagonistas del caso Malaya

La marca España necesita más embajadores que la Reina y su burro. Durante el homenaje que la Academia de las Artes Cinematográficas, los padres del Oscar, le rindió a Pedro Almodóvar este jueves en Londres, quedó clarísimo que el director representa la idea de España como nadie en el extranjero. La presencia de guionistas como Peter Morgan y directores como Stephen Frears, Quintín Tarantino y Sally Potter mencionando las distintas Españas que Almodóvar retrata y conoce subrayaron su inmensa contribución fuera y dentro de lo cinematográfico.

Jean Paul Gaultier explicó el minucioso proceso de colaboración junto a Almodóvar en filmes como Kika y La piel que habito. Pero lo mejor de su discurso fue cuando le pidió en matrimonio. “No solo porque te quiero, sino porque en España nos podemos casar, mientras que en mi país, la liberal Francia, es imposible”.

Rossy de Palma se erigió en diva de la noche, hablando inglés como si fuera Jeanne Moreau, al lado de Leonor Watling y Javier Cámara, representando el universo de actores que transmiten el mensaje almodovariano.

El glamour total fue la llegada a última hora de Grace Jones, vestida como si estuviera escapando de un frío polar soviético. La cantante no paró de aplaudir y gesticular durante la proyección de secuencias enteras de las pe­lículas de Almodóvar, una especie de greatest hits de su filmografía que culminó con la presentación de una brevísima escena de Los amantes pasajeros, a estrenarse el próximo marzo. En un avión con clase preferente sin diputados y aparentemente secuestrado, un trío de azafatos se marca un playback de I’m so excited (ese será el título de la cinta en inglés). La divertidísima escena abrió los ojos y el apetito, la película marca el regreso a la comedia del cineasta. “No me lo había planteado, de pronto me apetecía hacer una comedia”, explicaría Almodóvar en la cena posterior. “No se trata de una respuesta a la crisis, pero es una interesante coincidencia”. 2013 parece el año del renacer.

Puede entenderse que el éxito y el talento de Almodóvar sean complicados de asimilar como ejemplos de la marca España. Quizá resulten más asimilables los protagonistas del caso Malaya, ese inclasificable trío de Julián, Isabel y Mayte.

A la Pantoja se le ha recriminado su insistencia en fumar en los aseos públicos mientras que descubríamos que Zaldívar disponía de una tarjeta de crédito opaca, tan oscura que su objetivo era blanquear todo el dinero posible. Otra burrada. Zaldívar podría haberse gastado hasta 90.000 euros con esta extraordinaria tarjeta. ¿No debería el señor ministro Wert incluir una cátedra que nos enseñe a tener una? Porque una tarjeta de crédito opaca, ¿se enseña o su pago se hace a través de un código establecido, una señal ultrasónica? Pronto veremos a Mayte en televisión, explicándonos cómo funcionaba su tarjeta opaca mientras cobra tranquilamente su aparición con una transparente.

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