He venido a Otavalo en busca de la explicación de un
fenómeno que seguro muchos habéis visto pero pocos habéis reparado en él. Vivas
en la ciudad que vivas o viajes a la capital del mundo a la que viajes casi
seguro que te habrás tropezado con un grupo de indígenas muy particular: ellos
visten pantalón y camisa blanca, poncho y sombrero de fieltro negro; ellas llevan
camisa bordada y con encajes, dos anacos (uno blanco y otro negro), también
bordados, y dos fajas. Venden artesanía o actúan en las calles con sus
rondadores, charangos y flautas.
Todos son otavaleños. Todos, absolutamente todos provienen
de esta misma zona indígena de Ecuador, donde el orgullo de pueblo y su
habilidad para el comercio les ha permitido crear una red propia y de carácter
comunitaria para exportar sus productos y su música a medio mundo, sin ayuda de
ningún poder político. Un caso único entre las comunidades indígenas.
Dejo atrás las laderas del volcán Imbabura, envuelto en nubes
cetrinas, como bocanadas de humo negro, y avanzo entre casas de bovedilla gris
a medio terminar y caminos de tierra a medio asfaltar hasta la comunidad de
Peguche, a diez minutos del centro de Otavalo. Me espera José Luis Pichamba, uno
de los fundadores de Ñanda Mañachi, el grupo musical otavaleño con más
proyección internacional, persona que además vela por el mantenimiento de las
tradiciones otavaleñas.
Pichamba me recibe en su taller de instrumentos musicales
andinos. De inicio es parco en gestos y reservado en el trato, como buen indígena;
habla lento, buscando las palabras. Pelo negro sujeto por larga coleta, rostro
ovalado, ojos pequeños que conforme avanza la conversación y se genera
confianza, se rasgan aún más para componer ya una sonrisa casi continua.
“Los indígenas siempre hemos sido discriminados por todos
los gobiernos en Ecuador”, me cuenta. “En Otavalo hemos sido siempre artesanos,
y somos muchos, esa es nuestra fuerza, la que no supieron ver los gobiernos. En
el año 40, una indígena de Peguche que se llamaba Rosa Lema fue la primera que
viajó al extranjero, fue a Nueva York a ver si podía vender allí sus artesanías.
Hizo mucho esfuerzos por salir fuera y conocer otro mundo. Le gustaba mucho
conocer la vida de los mestizos, de gente de otras clases. Luego salieron
otros… y así empezamos a viajar, sin ninguna ayuda de los gobiernos.
Me cuenta que hay dos clases de negocios: la venta de
artesanías y los que forman un grupo de música tradicional.
“Nosotros, los de Ñanda Mañachi, salimos por primera vez en
1984 a Alemania, no conocíamos nada de Europa y cuando salimos por el
aeropuerto fue una sorpresa de lo distinto que era a lo nuestro. Íbamos con
nuestra vestimenta otavaleña, la gente se quedaba admirada viéndonos, no solo
por los vestidos, es que era verano, con ese verano tan fuerte de allá de
ustedes y nosotros con poncho y gorro”.
“Comenzamos a tocar en un peatonal y a la gente le gustó. De
repente empezaron a llegar policías y nos dijimos: ‘Chuta, ahora nos demandan’.
No era eso, los policías eran como 15 e hicieron un cordón para protegernos, que
no nos molestaran. Fue la primera vez en mi vida que la policía en vez de
acosarnos, nos protegía”.
Pero la verdadera clave del éxito en el comercio exterior de
los otavaleños está en su organización empresarial. Que no es otra sino la
familia. Aquí no hay ni empresarios ni trabajadores. Cada grupo familiar es una
empresa, y entre ellos se apañan “Yo trabajo solo con mi familia”, me confirma
José Luis, “entre familiares nos entendemos mejor, esa es la forma de la gente
indígena. Mandamos a uno o dos de la familia a un país a que busque
oportunidades, y luego se le mandan mercancías. Yo por ejemplo tengo un hijo en
Japón y a él le envío los instrumentos musicales que fabrico”.
A estas alturas de la conversación entra al patio de la casa
Humberto, el hermano de José Luis, miembro también del grupo Ñanda Mañachi. Llega
con su mujer, entre ambos empujan una vieja carretilla con ropa mojada; vienen
de lavarla a mano en el arroyo. Vistos así uno podría imaginar que son los
típicos indígenassin recursos a los que el desarrollo de su país dejó en el
olvido. ¡Una visión estereotipada!.
En realidad Humberto vive también en Japón y, junto con su
sobrino, dirige la “embajada comercial” de la familia Pichamba en el mercado
nipón. Fue él quien gestionó la presencia otavaleña en la Expo de Sanghai y quien
mueve desde allí negocios bastante potentes por todo el sudeste asiático.
Un empresario, pero con poncho y sombrero de fieltro.
En eso pienso cuando me despido de José Luis y de Humberto.
En realidad estos otavaleños son como Zuckerberg oSteve Jobs.
Empresarios-visionarios con una concepción global del mundo que han sabido crear un producto que fabrican y venden en exclusiva ellos mismos. Solo que éstos los hacen sin
perder su identidad y su orgullo indígena.
Y con oficina en un remoto pueblo
del norte de Ecuador llamado Otavalo en vez de en Sillicon Valley.
(Mi consejo: si vais a Otavalo, pasaos por el mercado; no
está mal. Pero interesaos también por los otavaleños, su cultura y sus fiestas;
la visita os cundirá mucho más)
Comentarios
Excelente artículo Paco, solo para tus lectores, Ñanda Manachi significa en Lengua Quichua "Muestrame el Camino" y otavaleños también viven en un valle (como Silicon Valley) que se lo conoce también como el "valle del amanecer" (Porque será?)
¡Vaya! Pues es verdad, yo he visto esos grupos folclóricos en muchas ciudades. Lo que no sabía era su historia. Muchas gracias por contarnos cosas interesantes, como siempre. Me gusta pasarme por tu blog.
La historia es bonita, aunque ligera(light); los otavaleños y otros grupos indigenas(salasacas, saraguros, cayapas, etc.) pudieron aislarse, sea por pagar una cuota en bienes y servicios(servidumbre), sea como proveedores de servicios tecnicos(albañiles, fontaneros, etc.) y/o artesanales cuasi industriales(tejido, calzado, cordeleria, etc.); los caciques vieron la oportunidad de liberarse y progresar por el comercio, como quiera que los blancos robaban legalmente(ayuda de la iglesia, policia, ejercito, y jueces, con Correa han vuelto los malos tiempos), salian a recorrer mundo, como ya hablaban 2 lenguas(quichua y español), se facilitaba hablar otros, les recuerdo en un puerto hablando "bis a bis" con los trripulantes "gringos"(yo en babia); si, son verdaderos y grandes ecuatorianos.
En Otavalo me quedé dos meses perdiéndome el resto de Ecuador de tan a gusto que estaba. Podría haberlo pensado antes y dejarte un detallito para que se lo llevases a la señora Juanita, la mujer que me alojó en su casa durante ese tiempo, me llevaba con ella a comprar y me invitó a celebrar con su familia el día de los difuntos en el cementerio de los indígenas (y me sacaron en el telediario y todo porque estaban allí grabando para las noticias y de repente me vieron sentada en tierra bebiendo colada y comiendo con la familia de esta mujer). Mira a ver si puedes ver una partida de pelota de mano, juegan casi todas las tardes en la plaza de Los Ponchos, verás la cancha pintada en el suelo. Siempre juegan los mismos, y siempre están los mismos viéndolos jugar sentados en unos escalones. Y no te vayas de ahí sin comer cuy, esos conejitos adorables que venen en el mercado de animales... por cierto, nunca había visto cerdos tan grandes como los que vi allí. Menuda envidia al leerte, cuántos recuerdos.
Y por cierto, si sigues por ahí, ves a la Laguna de Cuicocha :)
Te dejo unos días y me cruzas el charco, contigo no se puede, Paco...Mejor que proliferen los empresarios con poncho y sombrero de fieltro que los trajeados, que a estos ya los conocemos ;)A mí los cuadritos de tu primera foto me parecen muy monos, y también los textiles que vi cuando estuve allí; pero coincido contigo en que el mercado de ganado es interesante y hay que verlo. Un abrazo hasta la mitad del mundo.
Si, sí, también conozco Otavalo y su mercado del ganado (al otro lado de la Nacional). Tú -estoy seguro- no tuviste 'güevos' a visitarlo, a captar sus olores, las miradas del indígena de un alejado poblado, a dejarte dar un 'rabazo' por la vaca nerviosa entre barro y boñigas,.... No, no, tu no estuviste.No, no, no viste las peleas de gallos (¡¡vergonzoso!!).Pero, si, sí captaste al indígena, tal y como es, con sus particulares tradiciones (¡¡excelente!!, en tu línea).Un abrazo, indígena.
Querido viajero insatisfecho: si miraras bien verías que las tres fotos de abajo están hechas en el mercado de animales; el bus sale de la calle en cuesta que desemboca en la nacional, justo a la altura de la explanada donde vi, sentí y toqué chanchos y cuis (no se me caen los anillos). ¿Mira que si al final el que no has estado eres tú? Abrazos (como siempre)
Muy interesante, Steve Jobs deja huella en todos lados!
En serio, gran artículo!
Ñanda Mañachi significa présteme el camino, Los kichwa Otavalos siempre pedimos prestado el camino cuando cruzamos por la vereda de algún vecino, conocido o familia. una tradición que igual esta a punto de perderse por falta de conciencia comunitaria.
Hola Paco,Como siempre un buen artículo. Yo estuve hace muuuchos años en Otavalo, mercado, una comida muy local y poco más.La mayoría de los indígenas con los que hablas y que se defienden bien en castellano son emprendedores, personas que se han buscado la vida en un mundo difícil y racista. Muchos no han ido a la escuela y apenas saben leer, pero se lanzan a crear negocios familiares con escasos recursos. De quitarse el sombrero.Tu post también me ha hecho pensar en los "manteros". Siempre que los veo me pregunto, ¿qué hubiera sido esta persona si hubiera tenido la suerte de nacer en el primer mundo al igual que yo? Quizás sería me jefe, o la jefa de mi jefe.
Otavalo, sin duda alguna es uno de los lugares más culturas, y magníficos de Sudamérica. Es un lugar muy pequeño pero increíblemente maravilloso, mantienen sus raíces y las mantendrán por mucho tiempo, ya que son los otavalos, lo que han hecho que la sociedad ecuatoriana deje de lado ese concepto racista sobre ellos y han hecho que cada vez haya el orgullo de ser indígena, así como ecuatoriano, que lamentablemente por la influencia de otros países, los propios ciudadanos ecuatorianos por años habían desprestigiado a sus raíces. Obviamente es un lugar para los amantes de la naturaleza, que les gusta la conocer nuevas etnias y que disfrutan viviendo experiencias primitivas. Un buen artículo y esta claro que llegaran muy lejos, si los llegamos a comparar con Steve Jobs es porque son muy grandes , quien sabe hasta que punto llegaran , seguro que muy alto.
Es una visión escasa de la cultura otavaleña. Actualmente, han alcanzado cotas de poder con puestos en el Congreso, y otros cargos públicos. Tuvimos una ministra otavaleña (muy criticada por la muy racista sociedad local). Pero lo importante, es la fuerza de su organización social para demandar mejoras al Gobierno. Tienen una radio y un canal de televisión bilingües, para no perder el quechua. Aunque muchos padres otavaleños prefieren que sus hijos aprendan inglés, a perpetuar su idioma.
Será por eso q nos conocen en el mundo como LOS INDIOS JUDÍOS DE AMÉRICA ??
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