Una fiesta por la paz y la justicia
El mundo puede reconocer al Estado de Palestina como miembro observador en Naciones Unidas
Mañana, jueves 29 de noviembre, tendremos una fiesta por la paz y la justicia. La tendremos junto a todos los pueblos del mundo representados en las Naciones Unidas, 65 años después de que se votase la partición de Palestina en dos Estados. Solo uno ha ingresado en la ONU. Es así, en la misma fecha, el mundo ha de reconocer el Estado de Palestina como miembro observador de las Naciones Unidas. Esto es solo un paso, no el final del camino, pero es sencillamente una muestra de que la diplomacia puede brindar algunos frutos. Y nuestro pueblo, después de décadas de impunidad garantizada a Israel, con más de 65 resoluciones de la ONU violadas, está sediento de justicia.
A nuestra fiesta hemos invitado a todos. Invitamos incluso a Israel, ofreciéndole redactar en común la resolución, pero la propuesta fue rechazada en la medida en que su agenda de guerra solo le permite construir colonias, consolidar su proyecto de apartheid y provocar masacres como la vivida en Gaza la semana pasada. Parte integral de ese proyecto es mantener a la comunidad internacional alejada de cualquier solución de manera que Israel pueda mantenerse completamente impune. Y mientras nuestro pueblo sigue viviendo la humillación de la ocupación y el exilio, Israel llama al mundo a “enfocar la parte buena del país”, como si un régimen de apartheid pudiese cambiar su estatus por la producción de tomate cherry o la limpieza de aguas.
El gran apoyo que Palestina tendrá en Naciones Unidas no obedece a una “mayoría automática” de países árabes e islámicos. Es voluntad de la comunidad internacional que existan dos Estados sobre la frontera de 1967. Lo que constituye un compromiso histórico y doloroso para los palestinos —aceptar que Israel se asiente sobre el 78% de su territorio histórico— es lo que vamos a votar el 29 de noviembre. El rechazo israelí significa simplemente que el Gobierno de Netanyahu no quiere terminar con la ocupación. Sus vacuas llamadas al “diálogo” se producen al mismo tiempo que sus buldóceres demuelen hogares palestinos y preparan el terreno para nuevos asentamientos, en lo que de por sí representa un crimen de guerra. Esa es una realidad diaria que recogen todas las misiones diplomáticas europeas en la Palestina ocupada.
Desde el 29 de noviembre, los términos de referencia van a establecerse para facilitar poder tener negociaciones. La comunidad internacional habrá ratificado el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino sobre la frontera de 1967. El Gobierno de Netanyahu deberá aceptar que el territorio de Palestina no es un territorio “en disputa” y que la comunidad internacional no solo lo reconoce como un territorio sino como un país bajo ocupación.
¿Qué vendrá después? Tras cada fiesta existe un momento de descanso. Para todos, menos para nosotros en Palestina, que deberemos seguir luchando para terminar con la ocupación. Se trata de una batalla que libramos por la consolidación de nuestras instituciones, por nuestra participación en organismos internacionales, y lo hacemos de forma creativa y no violenta con nuestro pueblo sobre el terreno, oponiéndonos a los muros y colonias que la potencia ocupante israelí impone sobre nosotros.
Seguramente, el día después Belén y Jerusalén aún estarán divididas. Seguramente, las colonias israelíes continuarán destruyendo el paso del camino que recorrió la Sagrada Familia entre ambas ciudades. Y también mi ciudad, Jericó, la ciudad más antigua del mundo, seguirá estando aislada del resto del Valle del Jordán gracias a la acción de los colonos. Nuestro pueblo indefenso ha de seguir sufriendo las vicisitudes de una ocupación racista e ilegal y las restricciones de movimiento seguirán haciendo imposible el desarrollo económico palestino.
Sin embargo, tenemos claro que habremos dado un paso importante en la dirección correcta. El programa de guerra del Gobierno israelí va a ser confrontado con el programa de paz de la OLP. Y esa batalla será ganada por la voz de la justicia y el derecho internacional, la única que puede garantizar una paz justa y duradera para todos.
Nuestra fiesta es pública y están todos invitados. Desde luego España, uno de los países que más sabe de la realidad de Palestina, es uno de nuestros invitados destacados. Desde Madrid hasta Washington, desde Buenos Aires hasta Melbourne y desde Londres hasta Beijing, todos se verán enfrentados a la misma pregunta: ¿están dispuestos a decir basta? ¿Están dispuestos a dar los pasos necesarios para que una solución de dos Estados sobre la frontera de 1967 sea una realidad sobre el terreno? El voto sí indicará que alcanzar esa meta es posible. Abstenerse significa garantizar la impunidad, y el no simplemente es un acto inmoral que da luz verde para que la realidad actual de apartheid y ocupación se mantenga.
La fiesta de la libertad y la justicia es mañana, y están todos invitados.
Saeb Erekat es miembro del Comité Ejecutivo de la OLP y jefe negociador palestino.
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