Una fiesta de otro tiempo
Karl Lagerfeld protagoniza la X edición de los premios de la revista 'Marie Claire'
La fiesta en la que se entregan los Prix de la Mode de la revista Marie Claire es, según asistentes expertos en este tipo de saraos, la más divertida del apretado calendario otoñal de celebraciones madrileñas relacionadas con la moda. Para festejar el décimo aniversario de estos premios y el cuarto de siglo de la cabecera, la publicación congregó anoche a un elenco de invitados notable para estos tiempos revueltos. El diseñador Karl Lagerfeld, los modelos Isabeli Fontana, Saskia de Brauw y Mark Vanderloo, el director creativo de Salvatore Ferragamo, Massimiliano Giornetti, la socialite Olivia Palermo o el director general de Lancôme, Youcef Nabi. “Adoro la prensa, pero sobre todo adoro a Joana”, afirmó en su particular francés Lagerfeld al recoger su galardón como el creador más influyente de los últimos 25 años. Joana es Joana Bonet, responsable de la revista, que sonreía en alguna parte de sala.
El septuagenario diseñador alemán fue la estrella de la noche. Llegó tarde y se fue pronto, pero mientras estuvo en la sala de la residencia del embajador de Francia fue el centro de todas las miradas. No solo eso: el menú incluía aperitivos inspirados en el libro La dieta de Karl Lagerfeld. Pero el momento más emotivo de la noche fue la revelación de que Andrés Sardá sufre alzheimer y apenas reconoce ya a su hija Nuria, que anoche recogió el premio a la mejor trayectoria para su empresa familiar. Elena Benarroch y David Delfin fueron los ganadores en las categorías de mujer emprendedora y mejor diseñador nacional. Mario Vaquerizo le robó protagonismo a Imanol Arias, conductor en casi todas las ediciones de la gala, para entregar el premio al diseñador andaluz, uno de sus mejores amigos.
Durante una década, la revista ha convocado en el gran salón de la residencia del embajador francés a una espectacular lista de invitados (Naomi Campbell, Claudia Schiffer, Laetitia Casta...). Desde un caprichoso Alexander McQueen exasperando en la primera gala al entonces diplomático anfitrión, Olivier Schramek, hasta el neumólogo que hubo que buscarle a Linda Evangelista, aquejada de una dolencia pulmonar, los Prix han dado grandes noches de gloria a la prensa del corazón.
En 2008, a una Winona Ryder alérgica al avión hubo que suministrarle atención médica en la escala londinense previa a su vuelo a Madrid (finalmente llegó para amadrinar los premios, pero ensanchó un poco más su leyenda con el supuesto extravío de unas joyas prestadas). El año pasado, Cristiano Ronaldo e Irina Shayk abandonaron sin el menor disimulo la mesa que compartían con Tilda Swinton porque la organización no los había sentado junto a la hermana de Shayk y a su pareja. Con más cariño se recuerda a Elena Salgado evidenciando atónita el poco apego que mostraba el jaranero embajador francés Bruno Delaye a su recién aprobada ley antitabaco. Delaye, que convirtió este antiguo palacete de la familia Urquijo en uno de los lugares más divertidos de la capital, se despidió hace unas semanas de la alta sociedad madrileña que tan alegremente ha nutrido sus fiestas. Mientras esta espera a que el recién nombrado diplomático Jerome Bonnafont haga posesión del cargo, anoche se dejó imbuir, quizá por última vez, del jovial espíritu del ausente exembajador.
Dicen los entendidos que lo que el cuché recordará de esta última edición será la primera aparición en público que protagonizaron David Bisbal y Francisco Rivera Ordóñez con sus respectivas parejas. Para el resto de asistentes, probablemente quede como una señora fiesta más propia de otro tiempo. “Alguien me ha preguntado [luego supimos que fue el propio Lagerfeld] si tal como está el país aún podemos celebrar una fiesta así”, confesó Joana Bonet en un momento de su discurso. “Y yo le he dicho que no, no podemos… pero debemos”.
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